lunes, 15 de diciembre de 2008

POLÍTICA ESPECTÁCULO


Analizar la realidad política venezolana en un tiempo tan cambiante y agitado, es una tarea más de predicción que de “previsión”, porque cómo anticipar acontecimientos que se están dando más como producto de acciones apasionadas que como consecuencia de un desarrollo evolutivo del comportamiento electoral y político venezolano.

El país agotó su capacidad de aguante, desdibujó un perfil de líder que fuera antítesis de los modelos de liderazgo respaldado por los Partidos Políticos legalizados; el país, como un todo ciudadano, se rebeló contra un Sistema que incitaba relaciones en Sociedad desiguales y con una marcada tendencia hacia la injusticia social y el irrespeto al Estado de Derecho.

Desde los acontecimientos que hicieron posible el derrocamiento del Gobierno Constitucional (porque ciertamente lo era), del General Marcos Pérez Jiménez, en enero de 1958, se dio inicio a una nueva conducta política que se caracterizaba por el modelo de democracia representativa. Este modelo se enfocó en dos premisas: uno, la creación de una organización federal que permitiera al poder central delegar atribuciones y funciones de gobierno; y dos, el establecimiento de un marco jurídico que estableciera reglas de juego claras en donde se evitara la posibilidad de darle atribuciones al poder militar que le permitieran, como en el pasado, tomar la dirección ejecutiva del Estado.

El nuevo Sistema Político, surgido desde 1958, trajo consigo la llegada al poder de figuras convencidas de que las tendencias ideológicas de la Social Democracia y el Social Cristianismo, eran las alternativas más idóneas para impulsar un modelo de país hacia el desarrollo social y económico, que diera con un Estado consolidado bajo el régimen democrático. La condición humana, definida en su tino político por Thomas Hobbes (“El hombre lobo del hombre...”), creó un desenvolvimiento político-administrativo viciado, lleno de “malas acciones” éticas que en el establecimiento de un modelo capitalista de Estado (acumulación de capital como objetivo máximo), se valió de los recursos públicos para mantener en condiciones especiales a grupos y sectores de influencia política en la sociedad. Se acrecentó la corrupción como “virus” que infectó toda la Administración Pública y fue generando una matriz de opinión desfavorable hacia quienes desde el campo de “la política” ejercían funciones de alto Gobierno.

La imposición de una clase política privilegiada y el adoctrinamiento de una clase militar formada para servir a ésta, trajo consigo resquebrajamientos en el entorno interno castrense, y ello alcanzó su máxima representación en el levantamiento militar del 04 de febrero y el 27 de noviembre de 1992, iniciándose de este modo un deterioro de las Instituciones Políticas del país y la opción electoral de nuevos actores que se mantuvieran aislados del “revanchismo” y las maniobras de “la política” nacional.

Toda esta situación produjo un “Declive de los Partidos Políticos” tradicionales, propiciando el nacimiento de nuevas estructuras de organización política que bajo la consigna de un “rescate de las ideas bolivarianas” ( pensamiento político y social de Simón Bolívar), produciéndose en este nuevo año 2002, nuevas visualizaciones del carácter político del país y generando un modelo de alternativo que persigue consolidar el proceso político en el marco de leyes que den mayor apertura al soberano, aunque ello implique perjudicar algunos sectores que hasta el presente se han visto beneficiados por la interpretación caprichosa de leyes que dejaban en blanco el para qué y cómo se ha de impulsar los derechos del pueblo.

Esta situación nos hace reflexionar en razón de los valores de “la política” actual, distinguiendo la posibilidad de una “anti-política”, o en el mejor contexto, de una actitud indiferente ante los asuntos que tienen que ver con la selección y delegación de los derechos de los ciudadanos para influir en sociedad.

Ante tales realidades la acción de los hombres involucrados en “la política” se ha caracterizado por ser expresión de un liderazgo de masas, tal cual nos lo refiriera José Ortega y Gasset: “los hombres se valen de las masas para sustentar su poder...”.En la nueva concepción politológica, estas relaciones de poder se conoce como política espectáculo.

En Venezuela la realidad política está entre las aguas de un militarismo subliminal, un populismo mesiánico y una democracia participativa, lo que nos hace prever que hay fielmente una identificación de los hombres con las autoridades en condiciones de búsqueda de un interés máximo por refundar las ideas y costumbres de una Sociedad desmoralizada en su fuero interno ante promesas y circunstancias incumplidas.

El país está en un “polvorín” de cambios, en expresión de Leonardo Vivas (“Chávez. La última Revolución del siglo”, Planeta, España, 2000), “Venezuela vive de la mano de una constante incertidumbre y ello nos obliga a mirar despacio y a pensar después...”

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