jueves, 19 de noviembre de 2009

¿Que dice la teoria de enajenacion de Marx?


Marx habla del "trabajo enajenado". O sea, que se lo quitaron. A lo que se refiere es: si vos cortás un árbol y lo tallás para hacer una silla, una vez que terminaste podés mirár la silla y mirar tus manos y decir "yo lo hice, por lo tanto es mío"; sin embargo, en una fabrica en la que se utiliza el método fordista (ya en la época de Marx todas las fábricas lo utilizaban), a vos te llega un pedazo de madera a la que tenés que clavarle otro pedazo de madera, pero realmente no sabés ni qué es lo que estás haciendo o qué pedazo de la silla te tocó construir, al punto de que al ver la silla terminada en un stand de un supermercado uno no puede reconocer su propio trabajo en esa silla, no la siente como propia. Sin embargo, esa silla fue fruto de tu trabajo y del trabajo de tus compañeros, que juntos seguramente hicieron muchas más sillas de las que hubieran hecho cada uno por separado.

El tema es que el capitalista se aprovecha de este desconcierto del obrero y le hace creer que la silla en realidad pertenece al dueño de la fábrica. Esto tiene que ver con la expropiación de los medios de producción que es en definitiva lo que da origen al Capitalismo. Entonces, el salario que recibe el obrero no tiene relación con el precio de la silla. Si la silla aumenta de precio, aumentan las ganancias del capitalista pero no el salario del obrero. Marx cree que en realidad en esta situación al obrero se le expropia el producto de su trabajo, se le "enajena el trabajo".

Ahora, cuando se refiere al "hombre enajenado", Marx considera que en el capitalismo los objetos tienen mayor importancia que los sujetos (las personas). Es decir, que los objetos se han "humanizado" y los hombres se han "cosificado". Así es que el hombre es un objeto medible en tiempo. Según cuántas horas trabajes para mí es el salario que recibas. Es decir, al capatilista no le interesa si con eso te alcanza para vivir (lo trata como 'cosa' y no como persona), lo único que le interesa al capitalista es seguir ganado mucho dinero y en lo posible ganar más de lo que ya tenía. Por eso, dice Marx, que le da más importancia a los objetos que a los sujetos. La enajenación del hombre se da cuando el capitalista logra que el obrero entregue la mayor parte de su vida (todas las horas que trabaje) a un objeto que al final de cuentas nunca va a pertenecerle porque le ha sido enajenado.

En un sentido estrictamente teórico, "enajenación" se refiere a un sentimiento de separación, de estar solo y lejos de otros. Para Marx, la enajenación no era un sentimiento ni una condición mental, sino una condición económica y social de la sociedad de clases--en particular, de la sociedad capitalista.

La enajenación, en términos marxistas, se refiere a la separación de la masa de asalariados de los productos de su propio trabajo. Marx expresó primero esta idea, de forma algo poética, en sus Manuscritos de 1844: "El objeto que el trabajo produce, su producto, se presenta como algo opuesto a él, como una fuerza independiente del productor".

La mayor parte de nosotros no es dueña ni de las herramientas, ni de la maquinaria con que trabajamos, como tampoco de los productos que producimos--estos pertenecen al capitalista que nos empleó. Pero todo con lo que (o sobre lo que) trabajamos en algún momento provino del trabajo humano. La ironía es que dondequiera que miremos somos confrontados con la labor de nuestras propias manos y cerebros, y sin embargo estos productos de nuestro trabajo aparecen como cosas fuera de nosotros, y fuera de nuestro control.

El trabajo y los productos de nuestro trabajo nos dominan, en vez de lo contrario. En vez de ser un lugar en donde realicemos nuestro potencial, el lugar de trabajo es meramente un lugar al que nos vemos obligados a ir para obtener dinero para comprar las cosas que necesitamos.

"Así que", escribió Marx, "el trabajador se siente a si mismo cuando no trabaja; cuando trabaja, no se siente a si mismo. Se siente augusto cuando no trabaja, e incómodo cuando trabaja. Su trabajo, por lo tanto, no es voluntario sino forzado, es trabajo forzado. Es, por lo tanto, no la satisfacción de una necesidad pero un mero medio de satisfacer las necesidades fuera de éste. Su carácter enajenado es demostrado claramente por el hecho de que tan pronto como la compulsión física (o similar) deja de existir, se le rehuye como a la peste".

En la producción capitalista, los bienes se producen para el mercado, para obtener una ganancia. Lo que importa para el trabajador, como he dicho, es que él o ella obtenga una remuneración adecuada por su trabajo. Qué se produce, en este sentido, es inmaterial.

También es completamente inmaterial para los capitalistas. Mientras que lo que ellos hagan tenga un mercadeado y pueda ser vendido con una ganancia, a ellos no les interesa un comino si lo que venden son piedras o agua embotellada. En este proceso, el capitalista ve al trabajador como un mero componente de la producción--un bien (su trabajo) para ser exprimido tanto como sea posible.

Además, dado que el objetivo de la producción capitalista es la ganancia y no el satisfacer las necesidades humanas, los productos del trabajo efectuado anteriormente (denominado "muerto")--como la maquinaria y los materiales, que son controlados por los capitalistas--dominan completamente el trabajo actual (denominado "vivo"). Los trabajadores son literalmente esclavos de la máquina y del proceso del trabajo. Este los controla, en vez de lo opuesto.

Quizás una de las formas más degradantes de la enajenación es la manera en que todo puede convertirse en un bien que puede ser comprado y vendido--inclusive el sexo. Hay otro aspecto de la enajenación que Marx llamó el "el fetichismo de los bienes". Lo que él quiso decir con esta frase extraña es la manera en que la relación social entre seres humanos, en el contexto de la producción para el mercado capitalista, toma "la forma fantástica de una relación entre cosas".

La naturaleza anárquica e imprevista de la producción para el mercado implica que sus participantes no son capaces de controlarlo. El resultado es que el comienzo de un periodo de crecimiento económico o el desliz hacia una brusca contracción son acontecimientos que suceden independientemente de la voluntad de los participantes. "Para ellos", dice Marx, "su propia acción social toma la forma de actos de objetos, que gobiernan a los productores en vez de ser gobernados por ellos".

La única manera de superar la enajenación es cuando los trabajadores decidan abolir colectivamente su separación de la propiedad y el control de los medios de producción, y usen este control para abolir el mercado y lo reemplacen con una planificación consciente que permita satisfacer las necesidades humanas.

viernes, 30 de octubre de 2009

Indaguemos un tanto acerca del Marxismo-Leninismo


Cuando planteamos iniciarnos en el Marxismo-Leninismo (M-L) de forma autodidacta solemos tener la tentación de recurrir directamente a textos o libros clásicos. Sin embargo la traumática experiencia que por ejemplo supone coger de buenas a primeras El Capital u cualquier otro libro clásico e intentar tragárselo suele ser seguida por una desesperada sensación de frustración al no entender nada de nada, y al consiguiente abandono de cualquier libro de los denominados clásicos, y, junto con ello, cualquier cosa que huela a formación.

En cualquier discusión política –con los amigos, profesores...- a los Comunistas siempre nos echan en cara lo de la URSS, lo de que “eso ya está pasado de moda”, lo de “el Comunismo no funciona” y, sobre todo, eso tan insoportablemente paternalista de “las teorías de Marx estaban bien para el siglo XIX, pero ahora las cosas han cambiado”, cuando no lo de “ahora eres Comunista porque aun eres joven e impulsivo, pero cuando seas mayor veras las cosas de otra manera”.

Claro que ninguno de nuestros contertulios suele tener ni puñetera idea de lo que dijeron Marx y Lenin. Y, lo que es peor, que a menudo tampoco nosotros lo tenemos muy claro, con lo que tan solo nos queda encerrarnos en nuestras convicciones y repetir eso de “¡no, no, seguro que tenemos razón!... aunque yo no la conozca”. Todo es confuso y no sabemos muy bien hacia donde tirar: qué hacer –que decía el bueno de Lenin-.

No podemos ir por la vida de Comunistas y luego no ser capaces de sostener una discusión ideológica sin un mínimo de posibilidades de salir de ella –al menos- dignamente. Se supone que debemos entender por qué ocurren las cosas y qué es lo que hay que hacer. Y malamente vamos a poder hacer eso sin una formación básica.

Además, sería caer en un empirismo barato y estrecho pensar que podemos prescindir de las experiencias, luchas, conclusiones y enseñanzas de los que estuvieron en la lucha antes que nosotros.

Porque eso es, precisamente, el Comunismo: la experiencia concentrada de 150 años de movimiento obrero, de lucha. Es lo general, lo que se puede aplicar a cada lucha concreta: y, a su vez, es una abstracción –una generalización- de cada una de esas luchas particulares.

LA HISTORIA Y LA LUCHA DE CLASES

Todos hemos oído la célebre cita de que “la historia del hombre hasta nuestros días es la historia de la Lucha de Clases”. ¿Qué querían decir Marx y Engels con esto?, ¿qué son las clases?, ¿qué es y que mueve a la historia?. Vayamos por partes. Lo que siempre ha diferenciado al ser humano del animal es su capacidad para transformar activa y decisivamente el medio.

Algunos dicen que es la conciencia, la capacidad de razonar, pero ¿de donde surge la conciencia, sino de la experiencia, de interactuar con la realidad material?. Cuando el ser humano obra sobre el medio, extrae conclusiones, descubre leyes, razona sobre lo observado: de ahí surge históricamente la conciencia.

El ser humano más primitivo –el homo habilis- trabajaba con sus manos y con herramientas antes de tener conciencia. Solo a partir del trabajo, surge en él la capacidad de razonar que conocemos hoy.

Podemos definir trabajo como cualquier actividad humana destinada a producir cosas necesarias para la vida. En este proceso intervienen una serie de elementos:

Por una parte, la capacidad de trabajo del ser humano: su capacidad muscular, de coordinación de su organismo y sus conocimientos. Es la denominada FUERZA DE TRABAJO.

Por otra parte, los instrumentos para la producción –máquinas, herramientas, fábricas...- y aquello sobre lo que recae el trabajo – las materias primas u objetos de producción-. A esto se le denomina MEDIOS DE PRODUCCIÓN.

Históricamente, tanto la capacidad productiva del ser humano como los medios de producción progresan sin cesar gracias a la ciencia y la técnica. Por otra parte, los seres humanos no producen de manera aislada, es decir, ellos solos, sino que, para ello, necesitan relacionarse con otras personas. Y no solo para intercambiar cosas –que no es exactamente producción, sino distribución de bienes- sino para la producción en sí: ¿Alguien se imagina que se pudieran edificar las pirámides de Egipto sin que concurriera en su producción la actividad coordinada de miles de personas, entre constructores, arquitectos... y los dueños de las piedras, etc.?. A las relaciones que establecen entre sí los productores es a lo que denominamos RELACIONES SOCIALES DE PRODUCCIÓN.

De todo esto se deduce que lo importante en cualquier proceso productivo no es el acto en sí, sino que el trabajo siempre revierte un carácter social, es decir, que un mismo proceso productivo –fabricar una lámpara, por ejemplo-, aunque parece el mismo siempre, se da en cada caso en condiciones sociales diferentes –no es lo mismo producir esa lámpara siendo un esclavo que siendo un obrero en un país socialista,...-.

Las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas están íntimamente ligadas: básicamente, podemos hablar de sociedades en las que las relaciones sociales de producción se basaban en la propiedad privada de los medios de producción y otras en las que se basaban en la propiedad colectiva de los mismos. Traducido al castellano: en unas sociedades unas personas concretas eran dueñas de las herramientas, de los materiales y, por diversos métodos, de la fuerza de trabajo de otras personas, mientras en otras sociedades todos los elementos de la producción pertenecían al conjunto de las personas. Con este criterio, podemos establecer cronológicamente cinco grandes etapas en el desarrollo de las sociedades:

Las sociedades PRIMITIVAS: los medios de producción son propiedad de toda la tribu o clan. Nadie posee nada de esto en régimen de propiedad privada. También se llama Comunismo Primitivo.

Las sociedades ESCLAVISTAS: Los medios de producción son propiedad de unas personas concretas. Las relaciones sociales de producción esclavista se basan en la propiedad de unas personas sobre otras.

Las sociedades FEUDALES: los medios de producción son de unas personas, y otras establecen con ellas unas relaciones sociales de producción basadas en la propiedad sobre parte del fruto de su trabajo –es decir, parte de lo que producían los vasallos era propiedad de los señores-.

Las sociedades CAPITALISTAS: los medios de producción también son propiedad privada de unas personas. Otras se relacionan con ellas mediante el régimen asalariado –es decir, trabajan determinadas horas por un salario-.

Las sociedades SOCIALISTAS: los medios de producción son propiedad de todo el pueblo –son propiedad colectiva- y se establecen entre los productores relaciones de colaboración y cooperación.

A estos cinco bloques los llamamos MODOS DE PRODUCCIÓN.

Como vemos en el primero y en el último de los modos de producción –el comunismo primitivo y el socialismo- la propiedad de los medios de producción es colectiva, mientras que en los otros tres –Esclavismo, Feudalismo y Capitalismo- unas personas son dueñas de dichos medios de producción y otras no.

Pues bien, precisamente eso son las CLASES SOCIALES: grandes grupos de personas que tienen en común una misma posición respecto a la propiedad de los medios de producción.

Así, en el esclavismo los esclavistas eran los dueños y los esclavos los desposeídos, y en el feudalismo los dueños de la tierra eran los señores y los que cultivaban, los vasallos.

En el capitalismo las dos clases predominantes son la de los capitalistas (burguesía) y la de los proletarios. Luego hablaremos más detenidamente del Capitalismo –que es el que nos toca vivir- y del Socialismo y el Comunismo –modo de producción en el que no existen clases sociales-.

Claro está que, en cada modo de producción siempre hay más de dos clases. Por ejemplo, en el Capitalismo existe -por una parte- la pequeña burguesía, los terratenientes... Pero, en todo modo de producción existen dos clases principales: una, la más beneficiada con el sistema –y que, por lo tanto, lucha por su perduración- y otra, la más machacada por el sistema –y que, por lo tanto, combate por su desaparición-, y las demás clases se aglutinan en torno a estas dos clases principales.

Este último es un elemento esencial en el desarrollo de la historia: las clases sociales nunca conviven armónicamente, sino que luchan entre sí, a veces de manera explícita, abierta y hasta violenta, y otras de manera soterrada, implícita y latente. Pero siempre están en lucha. Y, ¿Por qué?, ¿acaso porque los integrantes de una clase son “los buenos” y los de otra “los malos”?.

No, nada de eso. Sencillamente luchan por sus intereses de clase. Los Capitalistas luchan para enriquecerse a costa del trabajo ajeno, y los Proletarios por reducir esa explotación. Esto se concreta en lucha por el incremento de los salarios, por la mejora de las condiciones de trabajo... y, por parte de los Capitalistas, por la “flexibilización” del despido, la reducción de salarios... A esto es a lo que llamamos la LUCHA DE CLASES.

En el curso de la historia, las FUERZAS PRODUCTIVAS de una sociedad progresan –como decíamos- gracias a la ciencia y la técnica, mientras que las RELACIONES SOCIALES DE PRODUCCIÓN –es decir, las relaciones entre los productores- permanecen prácticamente inalterables –los esclavos fueron esclavos hasta el final, igual que los esclavistas-. Según se desarrolla la historia, unas relaciones sociales de producción concretas empiezan a quedarse “estrechas”, anticuadas e inadecuadas para los niveles de las fuerzas productivas.

Por ejemplo, el Imperio Romano se cayó a cachos porque la manutención completa de los esclavos no era rentable ya, y porque mediante esclavos no podían trabajar los extensos territorios del Imperio.

En ese momento de choque entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción la LUCHA DE CLASES se recrudece de manera brutal, y una de las clases logra alzarse en el poder, destruir lo viejo –el modo de producción ya caduco- e imponer uno más progresivo –en el ejemplo anterior, el Feudalismo-.

Con el tiempo, también este sistema se quedará caduco y una nueva clase –la de los burgueses- conquistará el poder e impondrán un nuevo sistema...

Lo importante de todo esto es que los cambios de MODO DE PRODUCCIÓN nunca se producen de manera gradual, sino como resultado de un proceso brusco, de un salto cualitativo, de un proceso revolucionario: la Revolución Francesa, que marcó el ascenso al poder de la burguesía francesa, es un buen ejemplo de cómo de brusco puede ser un proceso revolucionario. Significa romper con todo lo viejo e imponer lo nuevo, lo progresivo.

BASE Y SUPERESTRUCTURA

Hasta ahora nos hemos centrado, sobre todo, en los elementos económicos de la sociedad. ¿Por qué? Porque, como demostraron Marx y Engels, es en la esfera productiva donde se dan los elementos determinantes de una sociedad. Ahora bien, ¿qué pasa con las ideas, con las instituciones...?, ¿qué papel juegan en el desarrollo histórico?. A cada modo de producción determinado le corresponde una serie de elementos cuya misión es:

Legitimar el orden establecido.
Lograr, mediante la violencia, la perduración del orden existente.

Para ello, cada sistema emplea dos bloques de elementos:

Por una parte, las IDEOLOGÍAS –en formas filosóficas, políticas, jurídicas, artísticas...- que legitiman, justifican o hacen parecer como el mejor a cada sistema.

La ideología neoliberal trata de presentar al capitalismo como el mejor de los sistemas o, cuando menos, como el único posible. Los programas de televisión -desde los des-informativos hasta los concursos y demás programas basura- también generan en las masas una conciencia de que este es un sistema feliz y deseable... para que no protesten y no lo combatan.

Es decir, las alienan. Para la difusión de estas ideologías emplean los medios de comunicación, o como decimos nosotros, los medios de propaganda. Antes era el sermón del cura, hoy es Tele5, la cadena COPE, la SER,... que vienen a ser parecidos en cuanto a sus objetivos.

Por otra parte está el ESTADO. Pretenden hacernos creer que el Estado es una cosa que existe desde siempre, o que lo crearon las personas mediante un Contrato Social para hacer posible la vida de la gente: evitar los delitos, mantener el orden, preservar la vida...

Ambos argumentos son rotundamente falsos: en las sociedades primitivas no había Estado; este aparece curiosamente con el esclavismo, con la aparición de las clases sociales -por ejemplo, el Estado teocrático egipcio-.

Por otra parte, nadie ha preguntado jamás al pueblo si desea un Estado o no, simplemente se lo han impuesto, así que ¿de qué Contrato Social estamos hablando?.

Esto es porque la esencia del Estado es mantener el orden establecido mediante la coerción, la violencia y, a veces, con el terror.

Lenin definía el Estado como “violencia organizada de una clase sobre otra“. Es decir, el Estado Burgués está al servicio de la Burguesía, y esta lo utiliza para perpetuarse, para impedir que nada cambie: reprimir huelgas y manifestaciones, encarcelar subversivos, combatir al movimiento antiimperialista.

El Estado consta esencialmente de cuatro APARATOS REPRESIVOS: los cuerpos policiales, el ejército, la judicatura y las cárceles. A veces llega a emplear el terrorismo puro y duro (como por ejemplo los GAL).

El resto de las INSTITUCIONES, administración, partidos burgueses, escuelas, iglesias... sirven, o bien para administrar el capitalismo o para difundir sus ideologías entre las masas.

¿Qué relación existe entre la BASE ECONÓMICA -relaciones sociales de producción/fuerzas productivas- y la SUPERESTRUCTURA -ideologías, instituciones y estado-?.

Pues ocurre que cuando se producen cambios en la BASE ECONÓMICA (también llamada INFRAESTRUCTURA), esto tiene su reflejo en cambios en la SUPERESTRUCTURA.

Así, cuando se han producido cambios en la estructura económica española -flexibilización del despido, recorte de las pensiones, economía especulativa, reducción de salarios, precariedad laboral, contratos basura...- ello ha producido un cambio en la superestructura: por una parte nos bombardean con propaganda neoliberal, con cultura neoliberal -competitividad- y, por otra parte, se ha readecuado la estructura institucional - empresas de trabajo temporal, privatizaciones, absorción por parte del estado de los sindicatos antes de clase,....

Con el proceso de construcción de la Europa del Capital también nos han vomitado cantidades ingentes de cultura neoliberal, y las estructuras políticas se han tenido que amoldar a las nuevas estructuras del capitalismo europeo -incluso se está preparando el euroejército-.

Todos los cambios en las ideologías y en las estructuras institucionales se producen después de los cambios en las estructuras económicas, y no antes. Es decir, que la infraestructura determina la superestructura. Esta conocida ley que descubrieron Marx y Engels significa que la causa de todos los fenómenos y procesos que se producen en la órbita de la superestructura hay que buscarlos en la base económica, y los procesos que se producen en ésta hay que buscarlos en su propio desarrollo y en su propia lógica y no en otro sitio.

EL CAPITALISMO

El capitalismo es uno de los modos de producción basados en la Propiedad Privada sobre los Medios de Producción. Como es el que nos ha tocado combatir vamos a analizarlo de manera un poco más profunda.

El Capitalismo es un modo de producción que se instaura en Europa aproximadamente a partir de 1789 - con la Revolución Francesa- y, progresivamente se expande por todo el mundo.

Como sabemos, el cambio de sistema -del modelo Feudal al Capitalismo- se produjo de manera radical y revolucionaria. La Burguesía, que era la Clase Social objetivamente interesada en la desaparición del caduco modo de producción Feudal -porque impedía su enriquecimiento mediante los gremios, la estructura de posesión de materias primas por feudos...-, se puso a la cabeza de las masas para conducirlas hacia el Capitalismo.

La esencia del Capitalismo consiste en que los miembros de una clase -la de los Capitalistas- es propietaria de las fábricas, de las máquinas, de las herramientas de trabajo y de los materiales y materias primas, mientras que los miembros de otra clase -la del Proletariado , que no tienen nada de esto, poseen tan solo su propia fuerza de trabajo. Todo el mundo sabe que, aunque traten de vendernos las mentiras burguesas de que aquí todo el mundo es libre, y hace lo que quiere -no como en las Dictaduras Comunistas-, realmente sin dinero no puedes hacer absolutamente (los Burgueses confunden dinero con Libertad). Y además, hay que trabajar en las condiciones que marca el patrón.

De manera que, de Libertad, nada. Los Obreros están esclavizados y obligados a vender todos los días su fuerza de trabajo para poder malvivir.

Claro que según la Burguesía, no hay nada de malo en trabajar: al fin y al cabo ellos también trabajan -hay que tener la cara muy dura para llamar trabajo a embolsarse todos los años los millones de beneficios de sus empresas mientras se pasan la vida en sus yates-.

De todas formas, según ellos, en el proceso de producción, los Obreros reciben un Salario justo por su trabajo, y los Capitalistas ganan dinero porque aportan el Capital. Veamos esto detenidamente porque es aquí donde reside la esencia de la explotación Capitalista.

Vamos a ir despacito. Más o menos todos sabemos como se producen las cosas: los materiales van pasando de mano en mano, de trabajador en trabajador, hasta que sale un producto final. Por ejemplo, un trabajador tala un árbol, otro hace leña, un tercero la transporta durante dos horas hasta la fábrica, donde, en una cadena de producción, doce obreros van metiendo horas hasta que sale una silla.

Hasta aquí el Capitalista no aparece por ninguna parte. Bueno, sí: es el dueño del bosque, de las sierras, de los camiones, de la fábrica... o sea, es el dueño de todo, y además, paga a los Obreros.

Claro que también puede imaginarse uno una Cooperativa de Obreros que siendo los dueños de todo eso, llevarán a cabo el mismo trabajo y las sillas seguirían produciéndose. De modo que, ¿donde está el famoso trabajo del patrón?. Si no hubiera Capitalistas la producción seguiría adelante.

Pero, a lo que íbamos. Vemos como, a cada paso, el material va ganando valor: si a alguien se le ocurriera cambiar unos troncos por un coche -por ejemplo- le harían falta bastantes troncos. Pero con sillas la cosa es diferente.

Además, vemos como, a cada paso, el trabajo se orienta en una dirección concreta: los obreros de la fábrica trabajan para crear sillas y no mesas. Es decir, su trabajo define la utilidad del producto.

Así pues, vemos como las MERCANCÍAS -que por cierto, son los productos destinados al intercambio, o sea, los productos que se hacen para venderlos- tienen un doble valor: por una parte, sirven para algo, es decir, cubren una necesidad concreta.

A esto lo llamamos VALOR DE USO. Pero, por otra parte, las mercancías se intercambian unas por otras en una determinada proporción -por ejemplo, un coche dos mil sillas, y no por cuatrocientas-.

A esta capacidad de ser intercambiadas en determinadas proporciones es a lo que se denomina VALOR DE CAMBIO de las mercancías. Todo lo que el ser humano produce para ser intercambiado -es decir, toda mercancía- tiene un valor de cambio. El valor de cambio es siempre relativo a otra mercancía. Por ejemplo, el valor de cambio de un coche dicho en sillas es, por ejemplo, de dos mil.

El PRECIO de una mercancía, por otra parte, no es más que el valor de cambio de una mercancía expresado en dinero. Por ejemplo, si un tornillo vale 10 céntimos, eso quiere decir que su valor de cambio, dicho en dinero, son 10 céntimos.

Y el DINERO no es más que una mercancía que sirve para equiparar otras: en vez de andar por la vida cambiando troncos por coches -lo cual, aparte de una tontería, es muy poco práctico y obliga a conocer las equivalencias de unas ochocientas mercancías- es más fácil cambiar troncos por dinero y dinero por coches -o sea, vender y comprar-.

Toda mercancía tiene, por lo tanto, valor de uso y valor de cambio. Sigamos. ¿De dónde le viene el valor de uso y el valor de cambio a una mercancía?.

Respuesta de los capitalistas: de la empresa. ¡Por favor! Una empresa son un grupo de Trabajadores trabajando sobre unos materiales con unas herramientas y una maquinaria, más un patrón que se saca una pasta de todo el tinglado. Segunda respuesta de los capitalistas: Vale, el valor viene de los trabajadores y de las máquinas.

Ya, lo de siempre. Pero es que los trabajadores, aún sin herramientas, tan solo con sus manos, pueden producir cosas, mientras que un martillo no clava clavos solo, así por telekinesis. Y ahora que ya hemos machacado los argumentos de la Burguesía, sigamos.

¿Cual es, pues, la fuente del valor? Pues ya lo hemos dicho: unos obreros trabajan para talar la madera, otros obreros trabajan para construir una silla...

El trabajo es, efectivamente, la fuente de valor, de riqueza. Y el trabajo, como todos sabemos, se mide en tiempo, en horas.

Hasta aquí todos de acuerdo. Ahora bien, si el capitalista paga un salario a los obreros ¿Cómo es que saca ganancia, cómo es que está podrido de millones?.

Respuesta tonta del Capitalista: es que, al vender, especulo y entonces saco beneficio.

Este argumento es perfectamente imbecil: claro está que cada Capitalista especula -trata de vender lo más caro posible-.

Pero lo que gana cuando vende sus mercancías, lo pierde cuando compra las de los demás Capitalistas: materias primas, herramientas... o cuando compra bienes para sí mismo.

De modo que de ahí malamente puede salir la ganancia. Luego solo hay un sitio de donde puede proceder: de los obreros. ¿El sistema?. Fácil: basta con pagarles menos del valor de lo que producen.

Ejemplo rápido: Juanito Pérez produce, en las 8 horas de trabajo que dura su jornada, botellas de vidrio por un valor equivalente de 120 euros.

Pero el solo cobra un salario de 50 euros por sus 8 horas. Auí hay algo que no encaja: ¿Qué pasa con los 70 euros que faltan?.

Lo que todos suponemos: se las queda el Capitalista. Visto de otra manera: al ritmo que trabaja el tal Chús, en tan solo 3 horas y media ya ha producido producido botellas por valor de 50 euros -o sea, ya se ha ganado el sueldo-.

Pero él tiene que seguir trabajando el resto de su jornada. Luego trabaja 3 horas y media para el y 4 horas y media para el capitalista. Estas horas -llamadas TIEMPO ADICIONAL DE TRABAJO- las trabaja gratis, sin remuneración ninguna, y todo lo que se produce en ellas -las botellas por valor de los 70 dichosos euros- se las apropia el Capitalista, así, por la cara.

Pues bien, aquí es precisamente donde está el quid de la cuestión: bajo el modo de producción Capitalista, la Clase Burguesa explota sistemáticamente a la Clase Obrera mediante la apropiación gratuita del fruto del trabajo que los obreros realizan durante la parte de la jornada no remunerada. Por cierto, el valor producido en ese tiempo adicional es la famosa PLUSVALÍA.

En el proceso de desarrollo histórico del Capitalismo, los Capitalistas van ampliando y acumulando Capital. ¿Cómo?.

Vendiendo las mercancías y, con la ganancia que obtienen de la Plusvalía, comprando más fábricas, más materiales, más máquinas...

Porque el CAPITAL es precisamente eso: medios de producción empleados en la explotación social.

De hecho según va acumulándose el Capital surgen nuevas formas de Explotación Capitalista: las Sociedades Anónimas, los trust y los holdings -formas empresariales de principios de siglo-, y, finalmente, las multinacionales y transnacionales de nuestros días, en las que el capital de los bancos se alía estrechamente -mediante el crédito- al Capital industrial.

También ocurre que, al llegar un momento en que ya no es posible poner en circulación más Capital en su propio país -porque está empleada prácticamente toda la mano de obra-, la Clase Burguesa empieza a exportar Capital a otros países: las colonias inglesas, francesas y alemanas... donde además, los Obreros cobran menos y son menos protestones.

Todo esto, claro, a punta de fusil. A este periodo caracterizado por la fusión del Capital Industrial y del Financiero y a la exportación de Capital es al que se denomina IMPERIALISMO.

El Imperialismo no es "conquistar" otros países como nos enseñan en clase de historia.

Eso es Anexionismo. En el Capitalismo, se conquistan países para explotar a los trabajadores de esos países con Capital propio.

El Imperialismo, como lo definió Lenin es la fase superior y última del Capitalismo.

Es la internacionalización del Capital, al principio con tropas imperiales de Su Graciosa Majestad Británica, luego con dictadores títeres del Imperialismo y en nuestros días con pretendidas democracias fantasma: democracias tan democráticas como la Colombia vendida al imperialismo yankee por el "demócrata" Uribe.

LA LUCHA DE CLASES BAJO EL CAPITALISMO: EL MOVIMIENTO OBRERO

Ante esta situación de Explotación, al Proletariado le es necesaria la lucha en defensa de sus intereses como Clase: los intereses de la Burguesía –aumentar la explotación, la Plusvalía- y los del Proletariado –acabar con la Explotación Capitalista- son, evidentemente, antagónicos, opuestos, irreconciliables.

Desde el principio, el Proletariado empezó a organizarse para la Lucha. La historia del movimiento obrero es la historia del movimiento ascendente de la Lucha de Clases, desde formas muy primitivas y rudimentarias de lucha hasta la creación de estructuras de combate que permitieron la victoria de la clase obrera en numerosos países de todo el mundo.

Veamos los peldaños más importantes de las ORGANIZACIONES DE LUCHA obreras:

La ACCIÓN ESPONTÁNEA: es la primera forma de lucha. Surge a principios del siglo XIX, y va encaminada a la destrucción de maquinaria (ludismo), a la que se considera culpable de la explotación obrera.

Las MUTUAS DE SOCORRO –cajas de socorro a obreros enfermos, en paro...- tienen gran importancia, pues sientan las bases para los Sindicatos.

La creación de los SINDICATOS: surgen en Inglaterra –la Grand Trade Union en 1824-. El movimiento sindical, en todos los países, es, en un primer momento, de carácter local o por ramas. Progresivamente se tiende a las grandes centrales sindicales capaces de unificar las fuerzas del proletariado en su lucha contra la burguesía. La creación de los sindicatos es esencial en el desarrollo de la Lucha de Clases, pues supone la organización de obreros conscientes de pertenecer a una misma Clase Social.

Las INTERNACIONALES Obreras: a causa de la mundialización del capitalismo, se hace imprescindible la coordinación del movimiento obrero a nivel mundial. Para ello se organizan las Internacionales. La I Internacional –o Asociación Internacional de Trabajadores- fue creada y dirigida por K. Marx y F. Engels en 1866. Posteriormente, surgirán más Internacionales Obreras como la II Interacional o Internacional Socialista, la III Internacional o Internacional Comunista y la IV Internacional o Internacional Trotskista.

Los PARTIDOS OBREROS: consciente de que, en la lucha contra el Capitalismo, no sirve tan solo la lucha por los intereses llamados económicos – salarios, condiciones laborales...-, la clase obrera necesita organizar la lucha política e ideológica en torno a los Partidos Obreros, allá en el último cuarto del siglo XIX.

Más adelante hablaremos de las funciones y características del Partido.

Claro está que estas no son las únicas formas organizativas de la Clase Obrera, pero sí las más importantes y las que se desarrollan en todo el planeta conforme se desarrolla el Capitalismo.

Por cierto que no siempre conservan este orden cronológico y que, además, la historia del Movimiento Obrero –como todo- está lleno de retrocesos, zigzagueos, cambios.

Pero esencialmente, estas han sido las más importantes organizaciones de combate del Proletariado. Pero, ¿qué tipos de lucha lleva a cabo la clase obrera?. Pues fundamentalmente, de tres tipos. Son sus FRENTES DE LUCHA:

LUCHA ECONÓMICA: la lucha por los intereses inmediatos del proletariado –mejoras laborales, subidas de salarios, impedimento de despidos, convenios...-. Es el primer frente de lucha, al que llegan casi todos los trabajadores. Es la lucha por los intereses inmediatos de la clase obrera.

LUCHA IDEOLÓGICA: es el enfrentamiento a toda la basura ideológica de la burguesía, es quitarle a la gente determinadas ideas que lleva en la cabeza porque se las han metido por la tele o en la escuela. También consiste en luchar contra los que dicen defender a los trabajadores –PSOE, UGT...- pero, a la postre, defienden al capital.

LUCHA POLÍTICA: es la lucha por la que el proletariado consigue más “Zonas de Poder”, es decir, influencia social, capacidad de respuesta y combate, organización y coordinación... En último extremo, la lucha política es la lucha encaminada a la toma del Poder Político en sí –o sea, la Revolución-, como luego veremos. Claro que, así entendida, toda lucha es realmente lucha política: una huelga coordina y organiza a la Clase Obrera, un piquete aumenta su poder, una manifestación de trabajadores incrementa su influencia social, denunciar las mentiras del capitalismo encamina las ideas de los obreros hacia sus objetivos reales... Y, como el objetivo político de la clase obrera no es sino su emancipación económica, se entiende la, de otra manera misteriosa, afirmación de mar de que toda manifestación de la lucha de clases es, realmente, lucha política, y toda Lucha Política gira en torno a la lucha económica. Bien pensado, no resulta tan enrevesado.

Al Capitalismo hay que atacarle por todos los frentes. Y para ello, hay que utilizar siempre las FORMAS DE LUCHA más adecuadas.

Lenin decía que los Comunistas no despreciamos ninguna forma de Lucha por cuestiones morales.

Y es que forma de lucha hay muchísimas: propaganda –panfletos, carteles...-, manifestaciones, huelgas, lucha en los Parlamentos Burgueses...- y también –como demuestran las FARC en Colombia o el NPA en Filipinas-, los sabotajes e incluso la Lucha Armada –Guerrillera o Insurreccional-.

Todo depende de las circunstancias concretas, de emplear las formas de lucha que mejor se adecuen a las características y a los niveles de la lucha de clases en cada momento y en cada lugar.

Por ejemplo, en una Democracia Burguesa como la española, donde podemos utilizar (por ahora) métodos legales de lucha, hay que trabajar en los parlamentos, utilizar vías “pacíficas” de lucha..., porque, si no, pasará lo que les pasa a los GRAPO: que son cuatro y el del tambor y no les presta atención nadie.

Pero, allí donde, como en Colombia o Filipinas, hay dictaduras camufladas de Democracias, es preciso utilizar otras formas de lucha, que demuestran su validez por el amplio apoyo popular con el que cuentan.

Organizar a la clase obrera en sus distintas formas, atacar en los tres grandes frentes y utilizar siempre las formas de lucha adecuadas. Eso es lo que toca.

Y DESPUES... ¿QUE HACER?

En cuanto que Comunistas, se supone que todos queremos Luchar contra el Capitalismo. Hasta aquí, de acuerdo. Y, además, queremos construir el Comunismo –¡claro!-.

Pero entre una cosa y otra, no sabemos muy bien que viene. Es decir: ¿Cómo vamos a quitar el Capitalismo y poner en su lugar el Comunismo?.

Respuesta que todos sabemos: la Revolución. Claro, la Revolución. Pero ¿qué es, en qué consiste y –lo más importante- cómo se hace realmente una Revolución?.

Y, por otra parte, ¿porqué una Revolución y no un proceso de Reformas una vez que ganemos las elecciones?. Los Socialdemócratas llevan casi cincuenta años con eso y, en los países Nórdicos, no les ha ido tan mal.

Por partes. La duda entre Revolución y Reforma quedó aclarada hace ya bastantes añitos por el Camarada Lenin: los Capitalistas no van a permitirnos instaurar el Socialismo. No van a permitir que llevemos a cabo profundas transformaciones valiéndose, además, de su Estado.

El caso de Salvador Allende en Chile y el Golpe de Estado de Pinochet, o el levantamiento militar de Franco ante la victoria electoral del Frente Popular en 1936 es sumamente ilustrativo de lo que es la Reacción Burguesa ante un proceso Socialista “legal”.

Pero, por si alguien no estaba convencido, los Socialdemócratas Occidentales lo han dejado bien claro: para empezar, por lo de Occidentales.

Porque, que sepamos, el famoso Estado del Bienestar solo lo han intentado crear en Occidente, mientras tres cuartas partes del mundo se pudren en la miseria.

Para esos toca Estado del mal-estar. Pero es que, además, ¿ha desaparecido la explotación en estos estados?. ¿han desaparecido las clases, la gente que se enriquece a costa del trabajo ajeno?. ¿han desaparecido, acaso, la policía, el Estado, el ejército, la discriminación racial o sexual?. ¿el pueblo es dueño de si mismo?.

Respuesta inmediata a todas estas preguntas: no. Y aquí, en el estado español, ni pleno empleo –que de paro los jóvenes sabemos mucho-, ni redistribución de la renta, ni nada de nada. Así que, vayan a otro sitio a vender esa moto.

Y, ahora, a lo nuestro. Según se va desarrollando el Capitalismo, sus crisis son cada vez más agudas: la que enfrenta a Obreros contra Capitalistas, la que enfrenta a las Clases Populares de los países explotados contra su Burguesía Nacional y contra la Burguesía Internacional, la que enfrenta a los propios Capitalistas por rapiñar la riqueza... y junto con estas, otras secundarias: la degradación medioambiental por culpa de la producción caótica capitalista, la doble explotación de la mujer o de el joven... Es decir, van madurando las CONDICIONES OBJETIVAS para que se produzca un proceso revolucionario.

Por otra parte, y si los partidos y organizaciones Obreras y Comunistas hacemos bien nuestro trabajo – Lucha Política e Ideológica-, si vamos organizando a la Clase Obrera y, en torno a ella al resto de las masas, si vamos difundiendo entre los trabajadores una conciencia revolucionaria, se van creando unas CONDICIONES SUBJETIVAS. Es decir: para poder hablar de proceso revolucionario, primero tiene que PODER haber una Revolución, a la vez que las masas deben QUERER llevarla a cabo.

Pero una Revolución no consiste en tomar las armas, pegar cuatro tiros y ya está. Eso es lo que creen los Anarquistas: una mañana nos levantaremos todos y, ¡hala!, acabaremos con el Capitalismo.

Pero las cosas no son tan sencillas: ¿los Burgueses van a desaparecer así porque sí?, ¿por qué digamos “queda abolida la Propiedad Privada” esta desaparecerá sola?, y ¿qué ocurrirá si los Capitalistas llevan a cabo una Guerra Civil para tratar de acabar con el Socialismo –como, por otra, han intentado en todos los países que han comenzado una Revolución Socialista-?.

Sabemos que estamos viviendo en una sociedad con Clases, con Estado, con Explotación... y que, cuando esta se derrumbe, se impondrá una sociedad de Igualdad, sin Slases y sin Estado. Pero eso no quiere decir que la explotación, las clases y el Estado puedan desaparecer de un plumazo. La historia demuestra que con la Revolución comienza la construcción del Socialismo, no acaba. Al revés, viene lo más difícil.

La historia del Movimiento Obrero Revolucionario nos enseña que existen etapas para acabar con el Capitalismo. Dicho de manera esquemática, aunque esto NO quiera decir que hay que dar estos pasos como si esto fuera una receta de cocina, son las siguientes:

1º.- Organización de las masas trabajadoras en torno al Proletariado –que es la clase más combativa y a la que más interesa la desaparición del Capitalismo-. Organización del Proletariado en torno a su Vanguardia, que es su Partido Comunista. El Partido se compone de los elementos más destacados, más conscientes de la necesidad de llevar a cabo la Revolución, de cuadros organizadores, propagandistas y agitadores de masas, de dirigentes de la Clase Obrera. Difusión de la conciencia de clases desde sus formas inferiores –para la Lucha Económica- hasta las más elevadas –ser conscientes de su papel Histórico Revolucionario.

2º.- Es importante la relación que existe entre el Partido y las masas. Ambos son partes de la Clase Obrera. El Partido reúne, como decíamos, a los elementos más destacados del Proletariado. Su tarea es organizar y dirigir la actividad de las masas hacia la consecución de sus objetivos, así como difundir la conciencia de clase. Esto es, es la VANGUARDIA DEL PROLETARIADO, la parte más combatiente de la Clase Obrera. Conforme aumenta la conciencia de clase, y después, en el Socialismo –como veremos-, cada vez más elementos de las masas alcanzan las posiciones de la vanguardia, hasta que la diferencia desaparece. Eso ocurrirá plenamente en el comunismo.

3º.- Construcción del PODER OBRERO: no podemos hacer la Revolución y sentarnos a esperar que caiga el Socialismo del cielo. Es preciso llevar a cabo la subversión completa del Capitalismo, expropiar a los Capitalistas, organizar la producción, la enseñanza, la defensa de la Revolución... y múltiples tareas en las que es preciso ir preparando un PODER OBRERO, un futuro Estado Proletario que asuma el poder y dirija la transformación de la sociedad capitalista en Socialista. En Rusia, por ejemplo, el Poder Obrero adoptó la forma de los Soviets. El Poder Obrero es la organización de lucha más elevada que existe aún dentro del Capitalismo.

4º.- Después, cuando las condiciones son óptimas para ello, es preciso conquistar el Poder Político. Esto no tiene nada que ver con “tomar el Estado” o “dar un golpe de Estado”. Al Proletariado de nada le sirve el viejo aparato del Estado burgués, lleno de funcionarios adictos al capitalismo. Necesita su propio Estado. En lo que consiste, pues, es en asaltar el poder político, en traspasar el poder de los órganos Burgueses a los Proletarios. Esto, por supuesto, tiene que hacerse de manera brusca y revolucionaria –pues la Burguesía nunca lo permitiría de buena gana-. En otras palabras: todo el poder para los Soviets.

5º.- El tema de la violencia Revolucionaria es secundario. Se deberá hacer uso de la violencia en la medida en que esta sea necesaria, ni más ni menos. Pero el acto de toma del poder y hacer desaparecer a la clase dominante es, en sí, violento y brusco. La conquista del poder político puede adoptar formas más o menos pacíficas de transición o una vía insurreccional –como en Rusia- o guerrillera – como en Cuba-. Lo fundamental es elegir el momento. Lenin –que en esto de hacer Revoluciones algo sabía- decía que el momento propicio para asaltar el Poder Político es cuando “los de arriba ya no pueden gobernar ni por un momento más y los de abajo ya no quieren ser dominados ni un momento más”. No se puede, decía Lenin, jugar a la insurrección. Levantar a las masas antes de tiempo tiene consecuencias funestas, lo mismo que esperar y dejar pasar la oportunidad. Hay que determinar el momento más adecuado –una crisis económica seria, una guerra...- en la que el enemigo de Clase es débil y el Proletariado fuerte, decidido y unido. Y, una vez se pasa a la insurrección, no detenerse, llevar el proceso hasta el final.

6º.- A partir de que el poder pasa a manos del Proletariado, comienza una etapa de transición denominada DICTADURA DEL PROLETARIADO. Desde el momento en que el Proletariado toma en sus manos el poder, se constituye una reacción –que trata de volver al pasado Capitalista- y que emplea todos los medios a su alcance para acabar con el Poder Socialista: guerra civil, intervención extranjera, golpe de estado, sabotajes... El Proletariado debe, para poder comenzar a construir el Socialismo, aplastar toda Reacción. La Clase Dominante, que ahora es Clase Dominada, debe desaparecer como Clase Social: expropiación de sus propiedades, trabajo obligatorio, encarcelamiento de los elementos más peligrosos de la contrarrevolución y, en algunos casos –como ocurrió con el zar y su familia-, la aplicación de la más implacable justicia Revolucionaria. Durante este período las clases siguen existiendo, y por lo tanto, también la Lucha de Clases, y de manera más cruenta. La diferencia reside en que, ahora, el poder está en manos de la Clase Obrera, y existe un Estado Obrero para reprimir a la Clase Burguesa. La Dictadura del Proletariado es, evidentemente, una Dictadura en el sentido de que se ejerce el poder de manera violenta e ilimitada. Pero la dictadura del Proletariado es DEMOCRÁTICA porque la ejerce la mayoría de la población: el Proletariado en alianza con el Campesinado y otros sectores de la sociedad sobre una reducida minoría –la Clase burguesa derrotada- y no al revés, como en el Capitalismo.

7º.- Para acabar con el Capitalismo, lo fundamental es atentar contra su esencia, es decir, la Propiedad Privada de los Medios de Producción: la principal tarea de la Dictadura del Proletariado, junto con el aplastamiento de la Reacción Burguesa y de la Contrarrevolución, consiste en la abolición de la Propiedad Privada, tanto en lo formal o jurídico como, especialmente, en lo efectivo: la Nacionalización completa de todos los Medios de Producción. De esta manera se sientan las bases objetivas para la construcción de Socialismo como a continuación veremos.

EL SOCIALISMO Y EL COMUNISMO

Con la desaparición objetiva de las Clases Sociales, la consolidación del Estado Socialista y el fin de la Reacción Contrarrevolucionaria abierta, comienza la etapa de construcción del Socialismo.

El SOCIALISMO es en sí Comunismo, aunque en una fase inferior: todavía existen Clases –el Proletariado, el Campesinado, la Burguesia Intelectual- y existe un Estado –el Socialista-.

Pero, por una parte, las relaciones entre el Campesinado, el proletariado y la Burguesia Intelectual no son antagónicas, sino que persiguen el mismo fin: la construccion del Comunismo. Y, por otra parte, el Estado Socialista no es un Estado ya.

Porque, conforme el poder va pasando realmente a las masas –la administración de la economía, de la vida, de la autodefensa...- el Estado va desapareciendo, “extinguiéndose”, como decía Engels. Conforme avanza el socialismo, se extingue el Estado, y las distinciones entre las dos clases amigas se difuminan hasta fraguar una nueva categoría histórica: cuando ambos participan de igual manera en la gestión económica de los medios de producción, se conforma el Pueblo, sin diferencias clasistas.

Es esencial tener en cuenta cual es el medio principal para la socialización efectiva y real de los medios de producción: la ECONOMÍA PLANIFICADA. Esto quiere decir que la evaluación de las necesidades sociales, el cómo producir los bienes que se necesitan para satisfacerlas, la producción misma, su distribución y su consumo no son, como en el capitalismo, decididos por las grandes multinacionales, ni existe superproducción en unos sectores y escasez en otros, sino que, al planificarse todo el proceso productivo, se puede adecuar tanto a las necesidades como a la capacidad real de producción de las masas.

Progresivamente, la planificación económica se va descentralizando hasta que cada individuo es consciente tanto del proceso general de producción como de sus tareas concretas, y participa en su gestión, administración y decisión.

Por otra parte, con el socialismo, y al calor de las nuevas relaciones sociales de producción –las socialistas-, se va formando un nuevo tipo de persona: el individuo no egoísta –pues ya no existe la propiedad-, el individuo que entiende como iguales a los demás –porque ya no existen las clases-, el individuo que forma parte conscientemente de la planificación y ejecución de la producción, de manera seria pero ilusionada: en una palabra, el hombre nuevo socialista.

De esta manera, conforme se transforma la infraestructura económica, va cambiando la superestructura ideológica –tanto las instituciones como la mentalidad de las personas-.

Cuando el socialismo, gracias a la economía planificada y a las inmensas fuerzas productivas desatadas por la Revolución, alcanza unas grandes dimensiones, cuando la técnica y la ciencia están desarrolladas, cuando la mayoría del Pueblo participa activamente en la administración de la vida social, cuando ya no existen diferencias de clase, cuando el Estado prácticamente desaparece y, lo más importante, cuando el socialismo ha triunfado en todos o la mayoría de los países del mundo –y, por lo tanto, no existen ya amenazas reales para el triunfo del proletariado- se alcanza el COMUNISMO, régimen histórico caracterizado por la inexistencia de clases, Estado ni explotación, y en el que se cumple la consigna “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”.

Es decir, como, por una parte, la producción ha aumentado de forma gigantesca gracias a la planificación de la economía y, por otra parte, ya ha surgido y se ha difundido, de generación revolucionaria en generación revolucionaria, el hombre nuevo socialista, con una forma de pensar completamente distinta de los prejuicios y valores burgueses, será posible que cada individuo aporte al colectivo aquello que pueda, y reciba del trabajo social aquello que necesite para satisfacer sus necesidades. Con el triunfo del comunismo dejará de ser necesario un aparato represivo – Estado-, pues desaparecerán las causas objetivas que de le dieron vida: las clases.

El triunfo del comunismo no es un deseo de unos cuantos, o una utopía, como suele decirse –incluso en nuestras propias filas-. El comunismo es un modo de producción histórico inevitable. El comunismo significa el fin de miles de años de explotación, precisamente porque la explotación del hombre por el hombre ha dejado de ser progresiva: es reaccionaria, anticuada y vieja. El comunismo se impondrá porque así lo dictan las ineluctables leyes de la historia, condensadas en la ciencia marxista-leninista. Su triunfo imparable, por mucho que le pese a la burguesía. A nosotros, a nuestra capacidad de trabajo, a las masas obreras y a su Partido compete que esto se produzca dentro de muchos años o, por el contrario, que nosotros mismos podamos ver con nuestros propios ojos la victoria del comunismo.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Socialismo sin Estado: Anarquismo




Por: Mijaíl Alexándrovich Bakunin
(Михаил Александрович Бакунин en ruso) (30 de mayo de 1814 - 1 de julio de 1876), fue un conocido anarquista ruso contemporáneo de Karl Marx. Es posiblemente el más conocido de la primera generación de filósofos anarquistas, siendo considerado uno de los "padres del anarquismo", dentro del cual defendió la tesis colectivista. Además también perteneció a la francmasonería, con la intención de inclinarla hacia postulados anarquistas.





El efecto de los Grandes Principios Proclamados por la Revolución francesa. Desde aquel tiempo, cuando la Revolución bajó a las masas su Evangelio - no el místico sino el racional, no el celestial sino el terrenal, no el divino sino el Evangelio humano, el Evangelio de los Derechos del Hombre- desde entonces proclamó que todos los hombres son iguales, que todos los hombres tienen derecho a la libertad y la igualdad; las masas de todos países europeos, de todo el mundo civilizado, despertaron entonces, gradualmente, del sueño que los había mantenido en la esclavitud desde que la Cristiandad los drogó con su opio, y comenzaron a preguntarse si ellos también tenían el derecho a la igualdad, a la libertad, y a la humanidad.

En cuanto esta pregunta ha sido planteada, la gente, guiada por su admirable sentido común, así como por sus instintos, se dio cuenta de que la primera condición para su emancipación verdadera, o humanization, era, por sobre todo, un cambio radical en su situación económica. La primera pregunta, justamente, estaba relacionada con el pan de cada día, pues como ha sido ya notado por Aristóteles, el hombre, para pensar, para sentirse libre, para hacerse hombre, debe ser liberado de los cuidados materiales de la vida diaria. En realidad, el burgués, quien está tan vociferante en sus greguerías contra el materialismo de la gente y quien predica a ellos las abstinencias del idealismo, lo sabe muy bien, ya que ellos ellos mismos lo predican sólo con la palabra mas no con el ejemplo.

La segunda pregunta que surge entre las personas, la del ocio luego del trabajo, es también condición indispensable de humanidad. Pero pan y ocio nunca pueden obtenerse independientes de una transformación radical de la sociedad existente, y eso explica por qué la Revolución, obligada por las implicaciones de sus propios principios, dio a luz al Socialismo.

El socialismo es la Justicia... El socialismo es la justicia. Cuando hablamos de justicia, entendemos por esta no la justicia contenida en los Códigos y en la jurisprudencia Romana -los cuales se han basado, en gran medida, sobre las verdades de la violencia alcanzada por la fuerza, violencia consagrada por tiempo y las bendiciones de alguna iglesia u otro (cristiano o pagano), y por lo cual se ha aceptado como principio absoluto, que toda ley debe ser deducida por un proceso de razonamiento lógico- no, hablamos de aquella justicia que está basada únicamente sobre la conciencia humana, la justicia que ha de ser encontrada en el conocimiento de cada hombre -hasta en los de niños- y que puede ser expresada en una sola palabra: equidad.

Esta justicia universal que, debido a las conquistas por la fuerza y a las influencias religiosas, aún nunca ha prevalecido en los ámbitos políticos, jurídicos o económicos, debería hacerse la base del nuevo mundo. Sin ella no puede haber ni libertad, ni república, ni prosperidad, ni paz. Es ella entonces quien debe gobernar nuestras resoluciones para que trabajemos con eficiencia en el establecimiento de la paz. Y es esta justicia, la que nos impulsa a asumir la defensa de los intereses de la gente terriblemente maltratada y a exigir su emancipación económica y social con libertad política.

El Principio Básico del Socialismo. No proponemos aquí, caballeros, este u otro sistema socialista. Aquello que ahora exigimos es la proclamación nuevamente del gran principio de la Revolución francesa: que cada ser humano pueda poseer los medios materiales y morales para poder desarrollar así su humanidad, un principio que, en nuestra opinión, debe ser traducido en el siguiente problema:
Organizar la sociedad de tal manera que cada individuo, hombre o mujer, pueda hallar, al entrar en la vida, medios aproximadamente equivalentes para el desarrollo de sus diversas facultades y de su ocupación laboral. Y organizar dicha sociedad de tal forma que haga imposible la explotación de algun trabajador, lo cual permitirá a cada individuo disfrutar de la riqueza social, la cual, en realidad sólo se produce por el trabajo colectivo; pero sólo para disfrutarla en cuanto él contribuya directamente hacia la creación de dicha riqueza.

Rechazo al Socialismo Estatatista. La consecución de esta tarea desde luego tomará cientos de años de desarrollo. Pero la historia ya la ha traído ante nosotros y de aquí en adelante no podemos hacer caso omiso a ella sin condenarnos a declarar nuestra total impotencia. Nos apresuramos en agregar aquí que enérgicamente rechazamos cualquier tentativa de organización social que no admitía la libertad más amplia tanto de los individuos como de las organizaciones, o que requiera la instauración de cualquier régimen de poder. En nombre de la libertad, la cual reconocemos como fundamento único y único principio creativo de la organización, económica o política, protestaremos contra todo aquello que remotamente pueda parecerse al Comunismo Estatista, o al Socialismo Estatista.

Abolición del Derecho de Herencia. La única cosa que, en nuestra opinión, el Estado puede y debería hacer es modificar poco a poco la ley de herencia para llegar cuanto antes a su completa abolición. Aquella ley es puramente una creación del Estado, y una de las condiciones de existencia misma del Estado autoritario y divino, y ella puede y debería ser suprimida por la libertad en el Estado. En otras palabras, el Estado debería disolverse en una sociedad libremente organizada de acuerdo con los principios de justicia. El derecho de herencia, en nuestra opinión, debiera suprimirse, ya que mientras exista perdurará la desigualdad económica hereditaria, no la desigualdad natural de los individuos, sino la desigualdad artificial de clases -y ello siempre engendrará la desigualdad hereditaria en el desarrollo y la formación de las mentes, y cuya continuación sería la fuente y la consagración de todas las desigualdades políticas y sociales. La tarea de la justicia es establecer la igualdad para cada uno, pues aquella igualdad dependerá de la organización económica y política de la sociedad- una igualdad con la que cada uno va a comenzar su vida, y por la que cada uno, dirigido en su propia naturaleza, será el producto de sus propios esfuerzos. En nuestra opinión, la propiedad de los difuntos debería acumularse a los fondos sociales para la instrucción y la educación de los niños de ambos sexos, que incluye la manutención de ellos desde su nacimiento hasta que alcancen la mayoría de edad. Como eslavos y como rusos, queremos agregar lo que consideramos una idea social fundamental, la cual se basa sobre el instinto general y tradicional de nuestros pueblos, y que consiste en que la propiedad de toda la gente, debería ser poseída sólo por aquellos que le cultivan con sus propias manos.
Somos unos convencidos, caballeros, de que este principio es justo, que es la condición esencial e inevitable de toda reforma social seria, y, por consiguiente, Europa Occidental a su turno no dudará en reconocer y aceptar este principio, no obstante las dificultades de su realización en países como Francia, por ejemplo, en donde la mayoría de campesinos posee la tierra que ellos cultivan, pero en donde la mayor parte de esos mismos campesinos pronto terminarán por no poseer nada, debido al parcelamiento de la tierra que viene como resultado inevitable del sistema político y económico que ahora prevalece en Francia. Sin embargo, nos abstendremos de ofrecer cualquier oferta contra la pregunta de tierra... Nos limitaremos ahora a proponer la siguiente declaración:

La Declaración del Socialismo. "Convencidos de que la realización seria de la libertad, la justicia, y la paz será imposible mientras que la mayoría de la población se halle desposeída de las elementales necesidades, mientras estén privados de la educación y condenados a la insignificancia y a la esclavitud política y social -de hecho, si no por la ley, por la pobreza así como por la necesidad de trabajar sin descanso u ocio, produciendo toda la riqueza de la que el mundo ahora está orgulloso, y recibiendo a cambio sólo una pequeña parte de la torta, la que apenas basta para asegurar su sustento para al día siguiente; "Convencidos de que para las masas del pueblo, terriblemente maltratadas durante siglos, el problema del pan es el problema de la emancipación mental, de la libertad y la humanidad; "Convencidos de que libertad sin Socialismo es privilegio e injusticia y que Socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad;
"La Liga [para la Paz y la Libertad] con fuerza proclama la necesidad de una radical reconstrucción económica y social, que tenga como objetivo la emancipación de los trabajadores del yugo del capital y los terratenientes, una reconstrucción basada en la más estricta justicia - ni justicia jurídica ni teológica ni metafísica, sino justicia simplemente humana - basada en la ciencia positiva y en la libertad más amplia."

Organización de las Fuerzas productivas en reemplazo del Poder Político. Es necesario suprimir completamente, en principio y de hecho, todo aquello que llaman el poder político; pues, mientras que el poder político exista, habrá gobernantes y gobernados, amos y esclavos, explotadores y explotados. Una vez suprimido, el poder político debería ser substituido por la organización de las fuerzas productivas y el servicio económico.

No obstante el enorme desarrollo de los estados modernos -un desarrollo que en su fase última, de forma bastante lógica, reduce el Estado a una absurdidad-, se hace evidente que los días del Estado y el principio Estatal están contados. Ya podemos ver el advenimiento de la total emancipación de las masas trabajadoras y su libre organización social, libre de la intervención gubernamental, formada por la asociación económica de las personas y dejando de lado todas las viejas fronteras Estatales y las distinciones nacionales, fundamentado ello sólo en el trabajo productivo, el trabajo humanizado; poseyendo un interés común a pesar de su diversidad.

El Ideal del Pueblo. Desde luego, este ideal aparece ante el pueblo significando el fin de sus necesidades, el fin de la pobreza, y la satisfacción plena de todos sus requerimientos materiales mediante el trabajo colectivo, igual y obligatorio para todos, y luego, como el final de la dominación, y como la organización libre de las vidas de las personas conforme a sus necesidades -no desde la cima hacia abajo, como lo tenemos en el Estado, sino de abajo a arriba, una organización formada por el pueblo mismo, independiente de gobiernos y parlamentos, una unión libre en asociaciones de trabajadores agrícolas y de fábrica, en comunas, regiones, y naciones, y finalmente, en el futuro más remoto; la hermandad humana universal, que triunfa por sobre las ruinas de todos los Estados.

El Programa de una Sociedad Libre. Fuera del sistema Mazziniano que es el sistema de la república en forma de un Estado, no hay ningún otro sistema sino el de la república como una comuna, la república como una federación, una república genuinamente socialista y popular -el sistema del Anarquismo. Esta es la política de la Revolución Social, que apunta a la abolición del Estado, y la económica, que libera totalmente las organizaciones de la gente, una organización de abajo hacia arriba, mediante una federación.

... No habrá ninguna posibilidad de la existencia de un gobierno político, ya que
este gobierno será transformado en una administración simple de asuntos comunes. Nuestro programa puede ser resumido en unas pocas palabras: Paz, emancipación, y la felicidad de los oprimidos. Guerra contra todos los déspotas y opresores.
Restitución total a los trabajadores: todo el capital, las fábricas, y todos los instrumentos de trabajo y materias primas deben ir a las asociaciones, y la tierra a los que la cultivan con sus propias manos.
Libertad, justicia y fraternidad con respecto a todos los seres humanos sobre la tierra.Igualdad para todos.

A todos, sin distinción alguna, todos los medios de desarrollo y educación, e iguales posibilidades de vida mientras trabajan.
La organización de una sociedad mediante una federación libre, desde abajo hacia arriba, de asociaciones de trabajadores, tanto industriales como asociaciones agrícolas, científicas y literarias - primero en una comuna, luego una federación de comunas en regiones, de regiones en naciones, y de naciones en la asociación fraternal internacional Táctica Correcta Durante una Revolución. En una revolución social, en todo opuesta diametralmente a una revolución política, los individuos apenas y cuentan, mientras que la acción espontánea de las masas lo es todo. Todo lo que los individuos pueden hacer es clarificar, propagar, y desarrollar las ideas que corresponden al instinto popular, y, cosa aun más importante, contribuir con sus esfuerzos incesantes a la organización revolucionaria del poder natural de las masas. Pero nada más que eso; el resto sólo podrá hacerlo el propio pueblo.

Cualquier otro método llevaría a la dictadura política, al resurgimiento del Estado, de los privilegios, de las desigualdades, y de todas las opresiones estatales; es decir, llevaría de una forma indirecta, aunque lógica al restablecimiento de la esclavitud política, económica y social de las masas populares.
Como todos los socialistas sinceros, y en general como todos los trabajadores nacidos y crecidos entre el pueblo, Varlin y sus amigos compartieron en grado sumo este prejuicio perfectamente legítimo contra la iniciativa procedente de individuos aislados, contra el dominio ejercido por individuos superiores; siendo sobre todo coherentes, extendieron el mismo prejuicio y la misma desconfianza a sus propias personas.

La Revolución por Decretos está Condenada al Fracaso. Frente a las ideas de los comunistas autoritarios -ideas falaces, en mi opinión- de que la Revolución Social puede ser decretada y organizada por medio de una dictadura o de una Asamblea Constituyente, nuestros amigos, los socialistas parisinos, sostienen que la revolución sólo puede ser emprendida y llevada a su pleno desarrollo a través de la acción masiva continua y espontánea de grupos y asociaciones populares. Nuestros amigos parisinos tienen mil veces razón. Porque, en realidad, no hay cerebro, por muy genial que sea, o -si hablamos de la dictadura colectiva de algunos centenares de individualidades supremamente dotadas no hay combinación de intelectos capaz de abarcar toda la infinita multiplicidad y diversidad de intereses, aspiraciones, deseos y necesidades reales que Constituyen en su totalidad la voluntad colectiva del pueblo; no existe intelecto capaz de proyectar una organización social que pueda satisfacer a todos y cada uno. Tal organización será siempre un lecho de Procusto en el que la violencia, más o menos sancionada por el Estado forzaría a la desdichada sociedad. Pero este es un viejo sistema de organización, basado sobre la fuerza, que la Revolución Social suprimirá para dar plena libertad a las masas, los grupos, Comunas, asociaciones e individualidades, destruyendo de una vez por todas la causa histórica de toda violencia: la misma existencia del Estado cuya caída supondrá la destrucción de todas las iniquidades del derecho jurídico y de todas las falsedades de los diversos cultos - derechos y cultos que han sido siempre, los canonizadores complacientes, tanto en el terreno ideal como en el real, de toda la violencia representada, garantizada y autorizada por el Estado. Es evidente que sólo cuando el Estado haya dejado de existir, la humanidad obtendrá su libertad, y que sólo entonces encontrarán su auténtica satisfacción los verdaderos intereses de la sociedad, de todos los grupos, de todas las organizaciones locales y, en consecuencia, de todos los individuos que forman tales organizaciones.

La Libre Organización Seguirá a la Abolición del Estado. La abolición del Estado y de la Iglesia debe ser la condición primera e indispensable para la emancipación efectiva de la sociedad. Sólo después la sociedad podrá y deberá empezar su propia reorganización que, sin embargo, no debe efectuarse de arriba abajo, ni de acuerdo con algún plan ideal proyectado por unos pocos sabios o filósofos, ni mediante decretos promulgados por algún poder dictatorial, o incluso por una Asamblea Nacional u elegida por sufragio universal. Tal sistema, como ya se ha dicho, llevaría inevitablemente a la formación de una aristocracia gubernamental, es decir, a una clase de personas que nada tiene en común con las masas del pueblo; y esta clase volvería con toda certeza a explotar y someter a las masas bajo el pretexto del bienestar común o de la salvación del Estado.

La Libertad debe ir de la Mano con la Igualdad. Soy un partidario convencido de la igualdad económica y social porque sé que, sin esta igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moral y el bienestar de los individuos, como también la prosperidad de las naciones, no son sino otras tantas falsedades. Pero como soy al mismo tiempo un partidario de la libertad, primera condición de la humanidad, creo que la igualdad debería establecerse en el mundo por la organización espontánea del trabajo y la propiedad colectiva, por la libre organización de las asociaciones de productores en comunas y la libre federación de las comunas -pero de ningún modo mediante la acción suprema y tutelar dcl Estado.

La Diferencia entre los Revolucionarios Autoritarios y Libertarios. Este punto separa fundamentalmente a los colectivistas o socialistas revolucionarios de los comunistas autoritarios, partidarios de la absoluta iniciativa del Estado. La meta de ambos partidos es idéntica: ambos partidos desean la creación de un nuevo orden social basado exclusivamente sobre el trabajo colectivo en condiciones económicas iguales para todos -es decir, en condiciones de propiedad colectiva de los medios de producción.
Pero los comunistas imaginan que esto puede lograrse mediante el desarrollo y la organización del poder político de las clases trabajadoras, encabezadas por el proletariado de la ciudad con ayuda del radicalismo burgués; mientras los socialistas revolucionarios, enemigos de toda alianza ambigua, creen que este objetivo común no puede lograrse a través de la organización política sino mediante la organización social (y, por tanto, antipolítica) y el poder de las masas trabajadoras de las ciudades y los pueblos, incluyendo además a todos los que, a pesar de pertenecer por nacimiento a las clases altas, han roto voluntariamente con su pasado y se han unido abiertamente al proletariado aceptando su programa.
Los Métodos de los Comunistas y los Anarquistas. De ahí la existencia de dos métodos diferentes. Los comunistas creen que es necesario organizar las fuerzas de los trabajadores para tomar posesión del poder político estatal. Los socialistas revolucionarios las organizan con vistas a destruir, o si preferís una expresión más refinada, a liquidar el Estado. Los comunistas son partidarios del principio y la práctica de la autoridad, mientras los socialistas revolucionarios sólo ponen su fe en la libertad. Ambos son partidarios por igual de la ciencia, que debe destruir la superstición y ocupar el lugar de la fe; pero los primeros quieren imponer la ciencia al pueblo, en tanto que los colectivistas revolucionarios intentan difundir la ciencia y el conocimiento entre el pueblo, para que los diversos grupos de la sociedad humana, una vez convencidos por la propaganda, puedan organizarse y combinarse, espontáneamente, en federaciones, de acuerdo con sus tendencias naturales y sus intereses reales, pero nunca de acuerdo con un plan trazado previamente e impuesto a las masas ignorantes por algunas inteligencias "superiores".
Los Socialistas revolucionarios creen que existe mucha más razón práctica e inteligencia en las aspiraciones instintivas y las necesidades reales de las masas populares que en las profundas inteligencias de todos esos instruidos doctores y tutores autodesignados de la humanidad, quienes teniendo ante sus ojos los ejemplos lamentables de tantos intentos abortados de hacer feliz a la humanidad, intentan todavía seguir trabajando en la misma dirección. Pero los socialistas revolucionarios creen, al contrario, que la humanidad se ha dejado gobernar durante largo tiempo, demasiado largo, y que la raíz de sus desgracias no reside en esta o en aquella forma de gobierno, sino en el principio y en la misma existencia del gobierno, sea cual fuere su naturaleza.

Es esta diferencia de opinión, que ya se ha hecho histórica, la vigente en la actualidad entre el comunismo científico, desarrollado por la escuela alemana y aceptado parcialmente por los socialistas americanos e ingleses, y el proudhonismo, desarrollado extensamente y llevado a sus últimas conclusiones y aceptado hoy por el proletariado de los países latinos. El socialismo revolucionario ha hecho su primera aparición brillante y práctica en la Comuna de París.

En la bandera pangermánica está escrito: Conservación y fortalecimiento del Estado a cualquier precio. Por el contrario, en nuestra bandera, la bandera socialistarevolucionaria, está grabada con letras orgullosas y Sangrientas: la destrucción de todos los Estados, la aniquilación de la civilización burguesa, la organización libre y espontánea de abajo arriba por medio de las asociaciones libres, la organización de la chusma incontrolada de trabajadores, de toda la humanidad emancipada, y la creación de un nuevo mundo universalmente humano.
Antes de crear o más bien antes de ayudar al pueblo a crear esta nueva organización es necesario conseguir una victoria. Es necesario derrocar lo que es para poder establecer lo que debe ser...

domingo, 13 de septiembre de 2009

El socialismo democrático, por Fidel Castro Ruz


Escrito para recordar y releer; del comandante Fidel Castro, en La Habana, 27 septiembre del 2008)

No deseaba escribir una tercera reflexión consecutiva, pero no puedo dejarla para el lunes.

El "capitalismo democrático" de Bush tiene una respuesta exacta: el socialismo democrático de Chávez. No habría forma más precisa de expresar la gran contradicción entre el Norte y el Sur de nuestro hemisferio, entre las ideas de Bolívar y las de Monroe.

El gran mérito de Bolívar es haberlo planteado cuando no existían los medios modernos de comunicación y ni siquiera el Canal de Panamá. Tampoco existía el imperialismo de Estados Unidos; eran simplemente las Trece Colonias de habla inglesa que, unidas, se independizaron en 1776 con la ayuda de Francia y España.

Cual si fuese capaz de ver a través de los siglos, El Libertador proclamó en 1829: "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad."

Hugo Chávez es un soldado venezolano en cuya mente germinaron de modo natural las ideas de Bolívar. Basta observar cómo transitó su pensamiento por etapas diversas del desarrollo político a partir del origen humilde, la escuela, la academia militar, la lectura de la historia, la realidad de su país y la humillante presencia del dominio yanqui.

No era general ni tenía a sus órdenes los institutos armados; no dio ni podía dar un golpe, no quería ni podía esperar. Se rebeló, asumió la responsabilidad por los hechos, convirtió la prisión en escuela, se ganó al pueblo y lo conquistó para su causa desde fuera del poder; ganó las elecciones a través de una Constitución burguesa, juró sobre el moribundo documento una nueva ley de leyes, chocó con ideas preconcebidas de izquierda y derecha e inició la Revolución Bolivariana en las más difíciles condiciones subjetivas de toda la América Latina.

Durante diez años, desde la Presidencia de su país, Chávez no ha dejado de sembrar ideas incesantemente dentro y fuera de su Patria.

Ninguna persona honesta puede dudar de que en Venezuela hay una verdadera revolución en marcha, y que allí se desarrolla una excepcional lucha contra el imperialismo.

Debe señalarse que Chávez no descansa un minuto, lucha dentro de Venezuela y a la vez viaja sistemáticamente a las capitales de países de América Latina y a naciones importantes de Europa, Asia y África. Se comunica hora por hora con la prensa nacional e internacional, no teme abordar cualquier tema, es escuchado con respeto por los principales líderes del mundo, hace uso correcto y eficaz del poder real de su Patria como país que posee las mayores reservas de petróleo probadas del mundo, unido a la existencia de abundante gas, y elabora un programa nacional e internacionalista que no tiene precedentes.

Cuando firma un acuerdo de asociación de Gazprom de Rusia y PDVSA de Venezuela para la búsqueda y explotación de hidrocarburos, está creando un consorcio en ese campo que no tiene igual en el mundo. Su asociación económica con China, Rusia, países de Europa y otros con recursos abundantes de América Latina y África, desata fuerzas liberadoras para abrir paso a un mundo multipolar. No excluye a Estados Unidos del suministro de energía y el intercambio comercial. Es una concepción objetiva y equilibrada.

Plantea para su propia Patria una revolución socialista, sin excluir importantes factores productivos.

Para nuestra Patria, en un momento histórico en que ha sido golpeada por la naturaleza y los embates criminales del decadente imperio, constituye un verdadero privilegio contar con la solidaridad de Chávez. Jamás se escuchó una frase tan internacionalista y solidaria como la que dirigió a nuestro pueblo: "ÂíLa tierra de Venezuela es también tu tierra!"

El imperialismo trata de liquidarlo políticamente o eliminarlo a cualquier precio, sin reparar en que su muerte constituiría una catástrofe para Venezuela y para la economía y la estabilidad de todos los gobiernos de América Latina y el Caribe.

Mis conversaciones con él se caracterizan por el punto de vista que sostengo de que en este instante lo más importante es salvar a Venezuela de la embestida política del gobierno de Estados Unidos. Durante su última visita discutimos sobre la magnitud del apoyo que ya nos brinda y el que desea brindarnos, y nuestra sugerencia de que concentre el máximo de recursos posible en la batalla interna que hoy libra contra la ofensiva mediática y los reflejos condicionados sembrados durante muchos años por el imperialismo.

Desde ahora hasta el 23 de noviembre la batalla que se libra es de gran trascendencia, y no deseamos que el apoyo a Cuba sea tomado como pretexto para golpear a la Revolución Bolivariana.

Los 92 obreros de la construcción venezolanos integrantes de las Brigadas Socialistas de Trabajo Voluntario, enviados a edificar viviendas en Pinar del Río, constituyen todo un símbolo de nuestra época.

Se viven instantes de mucha importancia. La consulta popular para aprobar la nueva Constitución en Ecuador pasado mañana tiene gran trascendencia. Chávez se reunirá el lunes en Brasil con el presidente Lula. Esta noche hay un debate televisado Obama-McCain. Todas son noticias importantes.

Por ello no quiero dejar para el lunes estas líneas, ya que Chávez mañana sábado estará de regreso en su Patria y hablándole de nuevo a su pueblo el domingo. Él siempre utiliza algo de estas reflexiones en su batalla.

martes, 8 de septiembre de 2009

El camino al socialismo cuantico. En combate: un camino con corazón


Por: Temis Campos

Fuente: http://www.viejoblues.com/Bitacora/node/2215

El camino del socialismo cuántico es un buen camino, es un camino que, al recorrerlo, hace gozoso el viaje y nos hace uno con él. El camino del socialismo cuántico es, sin duda alguna, un camino que tiene corazón


¿Tienen los principios esenciales del nuevo paradigma científico, es decir, esencialmente los postulados de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica, consecuencias políticas? Fritjof Capra lo trata de responder, y lo hace con toda soltura, desde luego, en El punto crucial. Y Macrometanoia, de Antonia Nemeth-Baungartner, junto con La gran bifurcación, de Ervin Laszlo, constituyen esfuerzos significativos en ese camino de análisis, así como El yo cuántico y La sociedad cuántica, dos libros ya casi clásicos de Dana Zohar.

Pero sin duda el libro de Rolando Araya, El camino del socialismo cuántico, viene a ampliar muy significativamente esa brecha de análisis, y se constituirá con todo derecho en un verdadero parteaguas intelectual en nuestro continente y más allá de él. Habrá sin duda traducciones y reediciones, porque se harán necesarias. Este libro contribuirá de modo esencial a profundizar el importante debate actual de la izquierda democrática, latinoamericana y mundial, por encontrar su nueva, su verdadera identidad, en los albores del siglo XXI.

Pero con este libro, no estamos frente a una obra que se limite al análisis político-ideológico, aunque lo incluye. Estamos hablando de una superación conceptual definitiva, en el ámbito de la teoría social y política, de los elementos fundamentales del paradigma que muere, del viejo paradigma, que ya habían sido desbaratados por completo en el ámbito de la física, de la biología y de la psicología. Hablar de socialismo cuántico implica romper, en el campo de la política, con el reduccionismo, el mecanicismo, el empirismo materialista cerrado, la visión fragmentada del mundo, la división absoluta entre mente y materia, que sirven de fundamento causal a los viejos valores éticos, a las viejos principios morales y los viejos conceptos políticos que modelaron la sociedad occidental de los últimos siglos.

No voy a abundar en el camino intelectual seguido por Rolando Araya para hacer plenamente visible la conexión entre la nueva física, y en general, el nuevo paradigma científico, y una sólida y clara visión de la sociedad que anhelamos. Ese análisis, riquísimo y a la vez dotado de la sencillez de las grandes certidumbres, difícilmente admite un resumen. Baste reseñar la utilización por parte de Rolando, de una categoría conceptual de primera importancia en la nueva física, el concepto de orden implicado, desarrollado por uno de sus autores preferidos, David Bohm.

Dice Rolando: “Hay un orden implicado social, basado en los valores, las creencias, los arquetipos, las tradiciones, y es el ámbito donde se gesta la construcción del orden explicado y donde se sitúan las superestructuras ideológicas. Todo cambio verdadero se gesta en el orden implicado.” Por eso, con una frase trascendental que en algún sentido resume el propósito de su libro, el propósito de “fundamentar un socialismo sin base materialista”. Y el autor insiste con un concepto definitivo: “las puertas del cambio solo se abren por dentro”. Es decir, desde la conciencia. Y desde el corazón, como veremos.

Ya de lleno en esa línea de análisis, Rolando, nos recuerda que el “economicismo” es el producto intelectual más auténtico del materialismo y la modernidad, y consiste en situar lo económico en el centro de la cultura. “El ser humano es mucho más complejo que un homo oeconomicus, y la realización de su libertad pasa por trascender la entelequia del materialismo económico”.

Y aquí quisiera detenerme un instante para destacar algunas de las principales implicaciones señaladas por Rolando Araya, en el ámbito de la sostenibilidad ambiental y en el campo de la ética social. Para la nueva visión biocéntrica y ecocéntrica que sustenta el paradigma científico emergente, el análisis de las premisas ideológicas y las realidades históricas del desarrollo de la economía capitalista no dejan duda de que “capitalismo” y “desarrollo sostenible” son términos y realidades intrínsecamente contradictorios. La expansión ilimitada del crecimiento, que constituye el eje medular del sistema económico en el que estamos inmersos, dada en un entorno limitado, en un mundo finito, con recursos limitados, solo puede conducir al desastre social y ecológico.

La lógica esencial del capitalismo, y de su expresión contemporánea, la globalización corporativa neoliberal, persigue un crecimiento económico y productivo ilimitado e infinito, en un medio, en una realidad, en un entorno y en una fuente de recursos –la naturaleza, la tierra, la vida– necesariamente finitos y limitados. Por esa razón, los teóricos del sistema –la mayoría de los economistas académicos, pues hoy el capitalismo es la economía– en lugar de incorporar en sus análisis las variables ecológicas y sociales, las excluyen expresamente.

Y no tienen otra salida ni otra solución, pues la dinámica interna, la lógica inherente al capitalismo, es necesariamente contradictoria con las posibilidades de sostenibilidad –de la sociedad, de la propia economía, de la cultura, y desde luego, del ambiente, de la naturaleza y de sus recursos limitados–.

En el análisis económico de la escuela neoclásica o en su derivación actual, el neoliberalismo globalizante, todos los costos sociales y ambientales son puestos de lado, sin que se perciba o se quiera percibir en lo más mínimo que en materia ambiental no hay “otro lado”, y que en un ecosistema finito no existe “otra parte”, pues todo está interconectado, todo es parte de todo, como además lo ha destacado claramente la nueva física y lo recalca Rolando.

En el proceso de desarrollo del sistema capitalista y en la expansión irrestricta de la economía de mercado, todo se convirtió en mercancía, desde el trabajo humano hasta la tierra, la naturaleza, y la propia vida. Conceptual y materialmente, las personas fueron convertidas en simples “recursos humanos” y la tierra y toda la riqueza de la vida natural, fueron convertidas en “recursos naturales”. Por esa vía, se degradó implacablemente el trabajo humano –en algún sentido lo que define al hombre como hombre–, y se expolió en forma también implacable e incontrolada el medio ambiente natural. Hoy, ese mismo sistema económico, desarrollando sin límites su propia lógica, pretende convertir la biodiversidad, la naturaleza en su infinita riqueza y complejidad, la vida misma, en simples “recursos genéticos”, explotables con la misma saña, con la misma voracidad y con el mismo irrespeto con que por siglos han sido explotados los hombres y su entorno natural.

Leonardo Boff –un gran referente de Rolando– pone de manifiesto la contradicción intrínseca entre el modelo de desarrollo que se ha impuesto en todo el planeta y las posibilidades de sostenibilidad, en una síntesis clarísima: “¿Se puede aplicar la sustentabilidad al tipo de desarrollo/crecimiento moderno, cuya lógica se apoya en el saqueo de la tierra y en la explotación de la fuerza de trabajo? Aquí se configura una contradicción in adiecto en los mismos términos de su formulación. Y esto es válido especialmente en el capitalismo, que se basa en la apropiación privada de la naturaleza y sus recursos; él es particularmente antinatural.”

El sistema económico que hoy pretende dominar la tierra –en el que “el mercado ha sustituido a la democracia y la economía ha suplantado a la política”, dice nuestro autor, a todo lo cual Rolando Araya lo llama con razón la “corporatocracia” –, es sencillamente incompatible por esencia, con las posibilidades de sostenibilidad social y ambiental, si aceptamos la definición abarcadora más coherente del concepto de desarrollo sostenible, aportada –una vez más–, por Leonardo Boff. Cargada de espiritualidad, esa definición, muy comprensiva y abarcante, dice: “Sostenibilidad significa aquí (en la ecología social) la capacidad que un ecosistema posee de incluir a todos, de mantener un equilibrio dinámico que permite la subsistencia de la mayor biodiversidad posible. Más que un proceso lineal, se trata de un proceso complejo, circular, de inter-retro-dependencia, sin explotar o marginar a nadie”.

La realización práctica de ese concepto es absolutamente imposible en el viejo paradigma, y es incompatible en términos también absolutos con la globocolonización neoliberal. Bien lo señaló Marx, desde hace mucho más de cien años: “…la producción capitalista solo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción, socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre.”

El proceso económico en marcha no tiene salida ni futuro, ni el sistema de capitalismo neoliberal globalizado tiene posibilidades históricas de supervivencia social, económica o política, pues implica necesariamente la explotación, la exclusión y el hambre. Como ya se indicó, un modelo de crecimiento económico infinito sencillamente no es posible en un mundo con recursos finitos. Así lo señala David Loy en una obra señera, sobre teoría social budista, El gran despertar: “…para que los otros cinco mil millones de personas vivan del modo que lo hacen los mil millones más ricos se necesitarían los recursos de cuatro planetas más”. Y agrega: “La biosfera, que desde una perspectiva ecológica podría considerarse tanto nuestra madre como nuestro hogar, se mercantilizó, convirtiéndose en una colección de recursos a explotar.

La vida humana se mercantilizó en trabajo, o tiempo de trabajo y precio acordado según la oferta y la demanda…Todos quedaron reducidos a medios que la nueva economía usaba para generar más capital para más desarrollo, para más beneficios, ansiando más capital para más desarrollo, para más beneficios…”
Por su propia e inherente lógica, la obtención del máximo de ganancia a cualquier costo, la maximización de las utilidades, se convierte en el objetivo primordial, y si se quiere único, de la empresa capitalista. La actividad económica empresarial se reduce a la búsqueda de utilidades. Fritjof Capra lo expresa con toda claridad: “El respeto por las personas, por la naturaleza y por la vida no forma parte de la mentalidad empresarial”. Y agrega una consideración especialmente grave, pero por dura no menos cierta: ”…de hecho, los dirigentes empresariales creen que las empresas están exentas de valores y se les debería permitir funcionar fuera del orden moral y ético”.

Eso sería rechazado por el discurso público de los dirigentes empresariales, sin duda, pero esa es la realidad práctica: “negocios son negocios” dice la sabiduría popular.
El mismo David Loy, ya citado, expresa la realidad de la vida empresarial corporativa, de una manera contundente. Después de recordar que las empresas son ficciones legales que se hayan desenraizadas de la tierra y sus criaturas, y que no comparten las responsabilidades que derivan de la efectiva y real pertenencia a la biosfera, concluye: “Lo más importante de todo es que una empresa no puede amar.

El amor implica ser consciente de la interrelación con los otros, y vivir de modo que encarne nuestra preocupación por su bienestar. El amor no es una emoción sino un verdadero compromiso con otros que incluye responsabilidad hacia ellos, una responsabilidad que trasciende nuestros propios intereses individuales. Si ese sentido de responsabilidad no está presente, el amor no es verdadero. Las empresas no pueden expresar ese amor ni vivir según él, no solo porque son inmateriales, sino porque su responsabilidad principal es crear riqueza para los accionistas que son sus propietarios. Un director de empresa que intenta subordinar la rentabilidad de su compañía a su amor por el mundo, perderá su posición, pues no cumple su responsabilidad financiera para con sus accionistas.”

En esa dimensión, y expuestas las cosas con esa claridad, no tenemos más remedio que concluir que -con más frecuencia de lo que desearíamos-, la llamada “responsabilidad social corporativa” termina siendo sin duda más un mero instrumento de relaciones públicas que la manifestación auténtica de una política corporativa “con corazón”, como la que reclama Rolando Araya no solo para la política empresarial, sino para la política general, para la política a secas.

Una manifestación adicional de ese enfoque antiético lo proporciona la tesis neoliberal de la competencia como elemento esencial de la vida social. Se habla de competitividad sistémica como estrategia central del desarrollo, reelaborando un darwinismo social mal entendido y equivocado, que postula una lucha por la sobreviviencia reducida a la competencia salvaje, y a la victoria a costa de la destrucción y la muerte del Otro. Ya la nueva biología, la biología del nuevo paradigma, nos ha demostrado cómo lo esencial, lo dominante, lo generalizado en la naturaleza no es la competencia, sino la cooperación. Basta leer a Brian Goodwin en un libro ya clásico, Las manchas del leopardo. En la naturaleza, las manifestaciones de competencia son como sardinas que de vez en cuando emergen aisladas en un verdadero océano de cooperación, simbiosis, complementariedad y ayuda mutua. La competencia no es un fenómeno natural biológico, sino un producto sociocultural humano, artificial, y sin raíces biológicas válidas.

Porque debemos comprender que detrás de toda la cantinela sobre el libre comercio, la sociedad del conocimiento, la competitividad y demás íconos de la ideología dominante, no hay más que el desnudo poder de las corporaciones, cuya acción resulta en última instancia también incompatible con la democracia y sobre todo con la ética, en la que tanto insiste Rolando Araya.

Recordemos que los desequilibrios derivados de la inevitable globalización, la acumulación desenfrenada y creciente de riquezas en un grupo cada vez más reducido de personas, de empresas y de regiones del mundo, y el empobrecimiento que se generaliza como un imparable derrame de petróleo por continentes enteros, con su secuela evitable de hambre, enfermedad, dolor y muerte, hizo exclamar hace tres décadas al distinguido economista británico Fritz Schumacher, una frase que retumba en la conciencia del siglo XXI: “no existe un problema económico… lo que existe es un problema moral”.

Y Rolando Araya lo reitera con todo énfasis: “En realidad –dice– el hambre es un problema político, fruto de la organización económica del mundo, y no un problema técnico. Es, en realidad, una cuestión moral. Hay alimentos de sobra para alimentar a todo el mundo.”

Y en la misma línea, Hazel Henderson, la economista norteamericana, citada por Rolando, que ha defendido con tanto éxito el uso de fuentes alternativas de energía, pudo exclamar que “la economía no es una ciencia, es simplemente política disfrazada”, pues los economistas contemporáneos, aunque no quieran admitirlo, aceptan implícita o explícitamente el distorsionado sistema de valores, la opacidad moral, y la ideología dominante en nuestra cultura.

Por eso estamos lejos de que el desarrollo en lugar de ser concebido –en palabras del físico nuclear Fritjof Capra–, como la consecución del máximo de producción y consumo, para que empiece a ser considerado como la consecución del máximo de bienestar humano, tal y como nos lo recuerda Rolando Araya, quien insiste con sobrada razón en las dimensiones y alcances del problema ético, cuando dice: “La cuestión ética se hace primordial debido a la destrucción ambiental, la exclusión social, la pobreza en el mundo, la violencia, la aparición de nuevas enfermedades físicas y mentales, lo cual deja al descubierto las contradicciones de un sistema convertido en una amenaza para el tejido social y político”.

Rolando Araya insiste en el valor de la democracia, esa democracia que postula, en palabras de Simon Peres, no solo el derecho de todos los hombres a ser iguales, sino también el derecho de todos los hombres a ser diferentes. Rolando declara de modo terminante: el camino del socialismo cuántico es el camino de la democracia radical. Sí, radical, porque no hay demócratas a medias, como no hay compromiso ético a medias, como no hay hombres medio honrados.

Frente a la ausencia de ética en el sistema económico vigente, Rolando postula un sólido sustento ético para el socialismo cuántico, surgido de la poderosa mente, y sobre todo, del poderoso corazón del Mahatma Gandhi: Satyagraha, la fuerza y el poder de la verdad y del espíritu, como “principio básico de la acción transformadora del socialismo cuántico”, como “punto de encuentro entre la transformación personal y la reforma política”.

Porque para Rolando Araya, con toda razón, el socialismo no es ni más ni menos que “la máxima distribución posible de todo poder –económico, político e informativo”, y agrega que “el camino del socialismo cuántico es la vía no materialista hacia un orden social superior”… “La participación es la savia de la democracia radical, y la democracia radical es la base del nuevo socialismo. La radicalización de la democracia es la cuna de un orden social superior”. “Un orden social más elevado no será el producto de revoluciones, ni de la evolución de las fuerzas productivas, será la consecuencia de un ascenso de la mente y la conciencia humana”.

Y concluye: “El camino del socialismo cuántico es el producto de multiplicar la democracia radical por el amor al ser humano y su entorno natural”, al cuadrado. Porque para Rolando el socialismo cuántico es algo nacido en el corazón, no en la mente, es un nivel de conciencia, y no simplemente un programa político. Es un camino de auténtico y desinteresado amor a los demás.

Y con esto, Rolando encuentra y expresa otra de sus raíces espirituales: la que nos ha legado la figura entrañable de don Juan Matus, el maestro yaqui de Carlos Castaneda. Desde el primero de sus libros, Las enseñanzas de don Juan, el viejo maestro nos advirtió: “Cualquier cosa es un camino entre un millón de caminos. Cualquier cosa es un camino entre cantidades de caminos. Por eso un guerrero debe tener presente que un camino es solo un camino. Si sientes que no deberías seguirlo no debes seguir en él bajo ninguna condición.

Para tener esa claridad, debes tener una vida disciplinada. Solo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta ni para ti ni para los otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice. Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo, debe estar libre de miedo y de ambición. Te prevengo, mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como sea necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta… Te diré cuál es: ¿tiene corazón ese camino? Todos los caminos son lo mismo, no llevan a ninguna parte…

Puedo decir que en mi propia vida he recorrido caminos largos, largos, pero no estoy en ninguna parte, y ahora tiene sentido la pregunta: ¿tiene corazón ese camino? Si tiene, el camino es bueno, si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje: mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir la vida. Uno te hace fuerte, el otro te debilita”.

El camino que abre Rolando Araya, el camino del socialismo cuántico, aquí y ahora, en esta encrucijada precisa de nuestra historia latinoamericana, es sin duda alguna un camino que nos hace fuertes. El camino del socialismo cuántico es un buen camino, es un camino que, al recorrerlo, hace gozoso el viaje y nos hace uno con él. El camino del socialismo cuántico es, sin duda alguna, un camino que tiene corazón