sábado, 26 de septiembre de 2009

Socialismo sin Estado: Anarquismo




Por: Mijaíl Alexándrovich Bakunin
(Михаил Александрович Бакунин en ruso) (30 de mayo de 1814 - 1 de julio de 1876), fue un conocido anarquista ruso contemporáneo de Karl Marx. Es posiblemente el más conocido de la primera generación de filósofos anarquistas, siendo considerado uno de los "padres del anarquismo", dentro del cual defendió la tesis colectivista. Además también perteneció a la francmasonería, con la intención de inclinarla hacia postulados anarquistas.





El efecto de los Grandes Principios Proclamados por la Revolución francesa. Desde aquel tiempo, cuando la Revolución bajó a las masas su Evangelio - no el místico sino el racional, no el celestial sino el terrenal, no el divino sino el Evangelio humano, el Evangelio de los Derechos del Hombre- desde entonces proclamó que todos los hombres son iguales, que todos los hombres tienen derecho a la libertad y la igualdad; las masas de todos países europeos, de todo el mundo civilizado, despertaron entonces, gradualmente, del sueño que los había mantenido en la esclavitud desde que la Cristiandad los drogó con su opio, y comenzaron a preguntarse si ellos también tenían el derecho a la igualdad, a la libertad, y a la humanidad.

En cuanto esta pregunta ha sido planteada, la gente, guiada por su admirable sentido común, así como por sus instintos, se dio cuenta de que la primera condición para su emancipación verdadera, o humanization, era, por sobre todo, un cambio radical en su situación económica. La primera pregunta, justamente, estaba relacionada con el pan de cada día, pues como ha sido ya notado por Aristóteles, el hombre, para pensar, para sentirse libre, para hacerse hombre, debe ser liberado de los cuidados materiales de la vida diaria. En realidad, el burgués, quien está tan vociferante en sus greguerías contra el materialismo de la gente y quien predica a ellos las abstinencias del idealismo, lo sabe muy bien, ya que ellos ellos mismos lo predican sólo con la palabra mas no con el ejemplo.

La segunda pregunta que surge entre las personas, la del ocio luego del trabajo, es también condición indispensable de humanidad. Pero pan y ocio nunca pueden obtenerse independientes de una transformación radical de la sociedad existente, y eso explica por qué la Revolución, obligada por las implicaciones de sus propios principios, dio a luz al Socialismo.

El socialismo es la Justicia... El socialismo es la justicia. Cuando hablamos de justicia, entendemos por esta no la justicia contenida en los Códigos y en la jurisprudencia Romana -los cuales se han basado, en gran medida, sobre las verdades de la violencia alcanzada por la fuerza, violencia consagrada por tiempo y las bendiciones de alguna iglesia u otro (cristiano o pagano), y por lo cual se ha aceptado como principio absoluto, que toda ley debe ser deducida por un proceso de razonamiento lógico- no, hablamos de aquella justicia que está basada únicamente sobre la conciencia humana, la justicia que ha de ser encontrada en el conocimiento de cada hombre -hasta en los de niños- y que puede ser expresada en una sola palabra: equidad.

Esta justicia universal que, debido a las conquistas por la fuerza y a las influencias religiosas, aún nunca ha prevalecido en los ámbitos políticos, jurídicos o económicos, debería hacerse la base del nuevo mundo. Sin ella no puede haber ni libertad, ni república, ni prosperidad, ni paz. Es ella entonces quien debe gobernar nuestras resoluciones para que trabajemos con eficiencia en el establecimiento de la paz. Y es esta justicia, la que nos impulsa a asumir la defensa de los intereses de la gente terriblemente maltratada y a exigir su emancipación económica y social con libertad política.

El Principio Básico del Socialismo. No proponemos aquí, caballeros, este u otro sistema socialista. Aquello que ahora exigimos es la proclamación nuevamente del gran principio de la Revolución francesa: que cada ser humano pueda poseer los medios materiales y morales para poder desarrollar así su humanidad, un principio que, en nuestra opinión, debe ser traducido en el siguiente problema:
Organizar la sociedad de tal manera que cada individuo, hombre o mujer, pueda hallar, al entrar en la vida, medios aproximadamente equivalentes para el desarrollo de sus diversas facultades y de su ocupación laboral. Y organizar dicha sociedad de tal forma que haga imposible la explotación de algun trabajador, lo cual permitirá a cada individuo disfrutar de la riqueza social, la cual, en realidad sólo se produce por el trabajo colectivo; pero sólo para disfrutarla en cuanto él contribuya directamente hacia la creación de dicha riqueza.

Rechazo al Socialismo Estatatista. La consecución de esta tarea desde luego tomará cientos de años de desarrollo. Pero la historia ya la ha traído ante nosotros y de aquí en adelante no podemos hacer caso omiso a ella sin condenarnos a declarar nuestra total impotencia. Nos apresuramos en agregar aquí que enérgicamente rechazamos cualquier tentativa de organización social que no admitía la libertad más amplia tanto de los individuos como de las organizaciones, o que requiera la instauración de cualquier régimen de poder. En nombre de la libertad, la cual reconocemos como fundamento único y único principio creativo de la organización, económica o política, protestaremos contra todo aquello que remotamente pueda parecerse al Comunismo Estatista, o al Socialismo Estatista.

Abolición del Derecho de Herencia. La única cosa que, en nuestra opinión, el Estado puede y debería hacer es modificar poco a poco la ley de herencia para llegar cuanto antes a su completa abolición. Aquella ley es puramente una creación del Estado, y una de las condiciones de existencia misma del Estado autoritario y divino, y ella puede y debería ser suprimida por la libertad en el Estado. En otras palabras, el Estado debería disolverse en una sociedad libremente organizada de acuerdo con los principios de justicia. El derecho de herencia, en nuestra opinión, debiera suprimirse, ya que mientras exista perdurará la desigualdad económica hereditaria, no la desigualdad natural de los individuos, sino la desigualdad artificial de clases -y ello siempre engendrará la desigualdad hereditaria en el desarrollo y la formación de las mentes, y cuya continuación sería la fuente y la consagración de todas las desigualdades políticas y sociales. La tarea de la justicia es establecer la igualdad para cada uno, pues aquella igualdad dependerá de la organización económica y política de la sociedad- una igualdad con la que cada uno va a comenzar su vida, y por la que cada uno, dirigido en su propia naturaleza, será el producto de sus propios esfuerzos. En nuestra opinión, la propiedad de los difuntos debería acumularse a los fondos sociales para la instrucción y la educación de los niños de ambos sexos, que incluye la manutención de ellos desde su nacimiento hasta que alcancen la mayoría de edad. Como eslavos y como rusos, queremos agregar lo que consideramos una idea social fundamental, la cual se basa sobre el instinto general y tradicional de nuestros pueblos, y que consiste en que la propiedad de toda la gente, debería ser poseída sólo por aquellos que le cultivan con sus propias manos.
Somos unos convencidos, caballeros, de que este principio es justo, que es la condición esencial e inevitable de toda reforma social seria, y, por consiguiente, Europa Occidental a su turno no dudará en reconocer y aceptar este principio, no obstante las dificultades de su realización en países como Francia, por ejemplo, en donde la mayoría de campesinos posee la tierra que ellos cultivan, pero en donde la mayor parte de esos mismos campesinos pronto terminarán por no poseer nada, debido al parcelamiento de la tierra que viene como resultado inevitable del sistema político y económico que ahora prevalece en Francia. Sin embargo, nos abstendremos de ofrecer cualquier oferta contra la pregunta de tierra... Nos limitaremos ahora a proponer la siguiente declaración:

La Declaración del Socialismo. "Convencidos de que la realización seria de la libertad, la justicia, y la paz será imposible mientras que la mayoría de la población se halle desposeída de las elementales necesidades, mientras estén privados de la educación y condenados a la insignificancia y a la esclavitud política y social -de hecho, si no por la ley, por la pobreza así como por la necesidad de trabajar sin descanso u ocio, produciendo toda la riqueza de la que el mundo ahora está orgulloso, y recibiendo a cambio sólo una pequeña parte de la torta, la que apenas basta para asegurar su sustento para al día siguiente; "Convencidos de que para las masas del pueblo, terriblemente maltratadas durante siglos, el problema del pan es el problema de la emancipación mental, de la libertad y la humanidad; "Convencidos de que libertad sin Socialismo es privilegio e injusticia y que Socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad;
"La Liga [para la Paz y la Libertad] con fuerza proclama la necesidad de una radical reconstrucción económica y social, que tenga como objetivo la emancipación de los trabajadores del yugo del capital y los terratenientes, una reconstrucción basada en la más estricta justicia - ni justicia jurídica ni teológica ni metafísica, sino justicia simplemente humana - basada en la ciencia positiva y en la libertad más amplia."

Organización de las Fuerzas productivas en reemplazo del Poder Político. Es necesario suprimir completamente, en principio y de hecho, todo aquello que llaman el poder político; pues, mientras que el poder político exista, habrá gobernantes y gobernados, amos y esclavos, explotadores y explotados. Una vez suprimido, el poder político debería ser substituido por la organización de las fuerzas productivas y el servicio económico.

No obstante el enorme desarrollo de los estados modernos -un desarrollo que en su fase última, de forma bastante lógica, reduce el Estado a una absurdidad-, se hace evidente que los días del Estado y el principio Estatal están contados. Ya podemos ver el advenimiento de la total emancipación de las masas trabajadoras y su libre organización social, libre de la intervención gubernamental, formada por la asociación económica de las personas y dejando de lado todas las viejas fronteras Estatales y las distinciones nacionales, fundamentado ello sólo en el trabajo productivo, el trabajo humanizado; poseyendo un interés común a pesar de su diversidad.

El Ideal del Pueblo. Desde luego, este ideal aparece ante el pueblo significando el fin de sus necesidades, el fin de la pobreza, y la satisfacción plena de todos sus requerimientos materiales mediante el trabajo colectivo, igual y obligatorio para todos, y luego, como el final de la dominación, y como la organización libre de las vidas de las personas conforme a sus necesidades -no desde la cima hacia abajo, como lo tenemos en el Estado, sino de abajo a arriba, una organización formada por el pueblo mismo, independiente de gobiernos y parlamentos, una unión libre en asociaciones de trabajadores agrícolas y de fábrica, en comunas, regiones, y naciones, y finalmente, en el futuro más remoto; la hermandad humana universal, que triunfa por sobre las ruinas de todos los Estados.

El Programa de una Sociedad Libre. Fuera del sistema Mazziniano que es el sistema de la república en forma de un Estado, no hay ningún otro sistema sino el de la república como una comuna, la república como una federación, una república genuinamente socialista y popular -el sistema del Anarquismo. Esta es la política de la Revolución Social, que apunta a la abolición del Estado, y la económica, que libera totalmente las organizaciones de la gente, una organización de abajo hacia arriba, mediante una federación.

... No habrá ninguna posibilidad de la existencia de un gobierno político, ya que
este gobierno será transformado en una administración simple de asuntos comunes. Nuestro programa puede ser resumido en unas pocas palabras: Paz, emancipación, y la felicidad de los oprimidos. Guerra contra todos los déspotas y opresores.
Restitución total a los trabajadores: todo el capital, las fábricas, y todos los instrumentos de trabajo y materias primas deben ir a las asociaciones, y la tierra a los que la cultivan con sus propias manos.
Libertad, justicia y fraternidad con respecto a todos los seres humanos sobre la tierra.Igualdad para todos.

A todos, sin distinción alguna, todos los medios de desarrollo y educación, e iguales posibilidades de vida mientras trabajan.
La organización de una sociedad mediante una federación libre, desde abajo hacia arriba, de asociaciones de trabajadores, tanto industriales como asociaciones agrícolas, científicas y literarias - primero en una comuna, luego una federación de comunas en regiones, de regiones en naciones, y de naciones en la asociación fraternal internacional Táctica Correcta Durante una Revolución. En una revolución social, en todo opuesta diametralmente a una revolución política, los individuos apenas y cuentan, mientras que la acción espontánea de las masas lo es todo. Todo lo que los individuos pueden hacer es clarificar, propagar, y desarrollar las ideas que corresponden al instinto popular, y, cosa aun más importante, contribuir con sus esfuerzos incesantes a la organización revolucionaria del poder natural de las masas. Pero nada más que eso; el resto sólo podrá hacerlo el propio pueblo.

Cualquier otro método llevaría a la dictadura política, al resurgimiento del Estado, de los privilegios, de las desigualdades, y de todas las opresiones estatales; es decir, llevaría de una forma indirecta, aunque lógica al restablecimiento de la esclavitud política, económica y social de las masas populares.
Como todos los socialistas sinceros, y en general como todos los trabajadores nacidos y crecidos entre el pueblo, Varlin y sus amigos compartieron en grado sumo este prejuicio perfectamente legítimo contra la iniciativa procedente de individuos aislados, contra el dominio ejercido por individuos superiores; siendo sobre todo coherentes, extendieron el mismo prejuicio y la misma desconfianza a sus propias personas.

La Revolución por Decretos está Condenada al Fracaso. Frente a las ideas de los comunistas autoritarios -ideas falaces, en mi opinión- de que la Revolución Social puede ser decretada y organizada por medio de una dictadura o de una Asamblea Constituyente, nuestros amigos, los socialistas parisinos, sostienen que la revolución sólo puede ser emprendida y llevada a su pleno desarrollo a través de la acción masiva continua y espontánea de grupos y asociaciones populares. Nuestros amigos parisinos tienen mil veces razón. Porque, en realidad, no hay cerebro, por muy genial que sea, o -si hablamos de la dictadura colectiva de algunos centenares de individualidades supremamente dotadas no hay combinación de intelectos capaz de abarcar toda la infinita multiplicidad y diversidad de intereses, aspiraciones, deseos y necesidades reales que Constituyen en su totalidad la voluntad colectiva del pueblo; no existe intelecto capaz de proyectar una organización social que pueda satisfacer a todos y cada uno. Tal organización será siempre un lecho de Procusto en el que la violencia, más o menos sancionada por el Estado forzaría a la desdichada sociedad. Pero este es un viejo sistema de organización, basado sobre la fuerza, que la Revolución Social suprimirá para dar plena libertad a las masas, los grupos, Comunas, asociaciones e individualidades, destruyendo de una vez por todas la causa histórica de toda violencia: la misma existencia del Estado cuya caída supondrá la destrucción de todas las iniquidades del derecho jurídico y de todas las falsedades de los diversos cultos - derechos y cultos que han sido siempre, los canonizadores complacientes, tanto en el terreno ideal como en el real, de toda la violencia representada, garantizada y autorizada por el Estado. Es evidente que sólo cuando el Estado haya dejado de existir, la humanidad obtendrá su libertad, y que sólo entonces encontrarán su auténtica satisfacción los verdaderos intereses de la sociedad, de todos los grupos, de todas las organizaciones locales y, en consecuencia, de todos los individuos que forman tales organizaciones.

La Libre Organización Seguirá a la Abolición del Estado. La abolición del Estado y de la Iglesia debe ser la condición primera e indispensable para la emancipación efectiva de la sociedad. Sólo después la sociedad podrá y deberá empezar su propia reorganización que, sin embargo, no debe efectuarse de arriba abajo, ni de acuerdo con algún plan ideal proyectado por unos pocos sabios o filósofos, ni mediante decretos promulgados por algún poder dictatorial, o incluso por una Asamblea Nacional u elegida por sufragio universal. Tal sistema, como ya se ha dicho, llevaría inevitablemente a la formación de una aristocracia gubernamental, es decir, a una clase de personas que nada tiene en común con las masas del pueblo; y esta clase volvería con toda certeza a explotar y someter a las masas bajo el pretexto del bienestar común o de la salvación del Estado.

La Libertad debe ir de la Mano con la Igualdad. Soy un partidario convencido de la igualdad económica y social porque sé que, sin esta igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moral y el bienestar de los individuos, como también la prosperidad de las naciones, no son sino otras tantas falsedades. Pero como soy al mismo tiempo un partidario de la libertad, primera condición de la humanidad, creo que la igualdad debería establecerse en el mundo por la organización espontánea del trabajo y la propiedad colectiva, por la libre organización de las asociaciones de productores en comunas y la libre federación de las comunas -pero de ningún modo mediante la acción suprema y tutelar dcl Estado.

La Diferencia entre los Revolucionarios Autoritarios y Libertarios. Este punto separa fundamentalmente a los colectivistas o socialistas revolucionarios de los comunistas autoritarios, partidarios de la absoluta iniciativa del Estado. La meta de ambos partidos es idéntica: ambos partidos desean la creación de un nuevo orden social basado exclusivamente sobre el trabajo colectivo en condiciones económicas iguales para todos -es decir, en condiciones de propiedad colectiva de los medios de producción.
Pero los comunistas imaginan que esto puede lograrse mediante el desarrollo y la organización del poder político de las clases trabajadoras, encabezadas por el proletariado de la ciudad con ayuda del radicalismo burgués; mientras los socialistas revolucionarios, enemigos de toda alianza ambigua, creen que este objetivo común no puede lograrse a través de la organización política sino mediante la organización social (y, por tanto, antipolítica) y el poder de las masas trabajadoras de las ciudades y los pueblos, incluyendo además a todos los que, a pesar de pertenecer por nacimiento a las clases altas, han roto voluntariamente con su pasado y se han unido abiertamente al proletariado aceptando su programa.
Los Métodos de los Comunistas y los Anarquistas. De ahí la existencia de dos métodos diferentes. Los comunistas creen que es necesario organizar las fuerzas de los trabajadores para tomar posesión del poder político estatal. Los socialistas revolucionarios las organizan con vistas a destruir, o si preferís una expresión más refinada, a liquidar el Estado. Los comunistas son partidarios del principio y la práctica de la autoridad, mientras los socialistas revolucionarios sólo ponen su fe en la libertad. Ambos son partidarios por igual de la ciencia, que debe destruir la superstición y ocupar el lugar de la fe; pero los primeros quieren imponer la ciencia al pueblo, en tanto que los colectivistas revolucionarios intentan difundir la ciencia y el conocimiento entre el pueblo, para que los diversos grupos de la sociedad humana, una vez convencidos por la propaganda, puedan organizarse y combinarse, espontáneamente, en federaciones, de acuerdo con sus tendencias naturales y sus intereses reales, pero nunca de acuerdo con un plan trazado previamente e impuesto a las masas ignorantes por algunas inteligencias "superiores".
Los Socialistas revolucionarios creen que existe mucha más razón práctica e inteligencia en las aspiraciones instintivas y las necesidades reales de las masas populares que en las profundas inteligencias de todos esos instruidos doctores y tutores autodesignados de la humanidad, quienes teniendo ante sus ojos los ejemplos lamentables de tantos intentos abortados de hacer feliz a la humanidad, intentan todavía seguir trabajando en la misma dirección. Pero los socialistas revolucionarios creen, al contrario, que la humanidad se ha dejado gobernar durante largo tiempo, demasiado largo, y que la raíz de sus desgracias no reside en esta o en aquella forma de gobierno, sino en el principio y en la misma existencia del gobierno, sea cual fuere su naturaleza.

Es esta diferencia de opinión, que ya se ha hecho histórica, la vigente en la actualidad entre el comunismo científico, desarrollado por la escuela alemana y aceptado parcialmente por los socialistas americanos e ingleses, y el proudhonismo, desarrollado extensamente y llevado a sus últimas conclusiones y aceptado hoy por el proletariado de los países latinos. El socialismo revolucionario ha hecho su primera aparición brillante y práctica en la Comuna de París.

En la bandera pangermánica está escrito: Conservación y fortalecimiento del Estado a cualquier precio. Por el contrario, en nuestra bandera, la bandera socialistarevolucionaria, está grabada con letras orgullosas y Sangrientas: la destrucción de todos los Estados, la aniquilación de la civilización burguesa, la organización libre y espontánea de abajo arriba por medio de las asociaciones libres, la organización de la chusma incontrolada de trabajadores, de toda la humanidad emancipada, y la creación de un nuevo mundo universalmente humano.
Antes de crear o más bien antes de ayudar al pueblo a crear esta nueva organización es necesario conseguir una victoria. Es necesario derrocar lo que es para poder establecer lo que debe ser...

domingo, 13 de septiembre de 2009

El socialismo democrático, por Fidel Castro Ruz


Escrito para recordar y releer; del comandante Fidel Castro, en La Habana, 27 septiembre del 2008)

No deseaba escribir una tercera reflexión consecutiva, pero no puedo dejarla para el lunes.

El "capitalismo democrático" de Bush tiene una respuesta exacta: el socialismo democrático de Chávez. No habría forma más precisa de expresar la gran contradicción entre el Norte y el Sur de nuestro hemisferio, entre las ideas de Bolívar y las de Monroe.

El gran mérito de Bolívar es haberlo planteado cuando no existían los medios modernos de comunicación y ni siquiera el Canal de Panamá. Tampoco existía el imperialismo de Estados Unidos; eran simplemente las Trece Colonias de habla inglesa que, unidas, se independizaron en 1776 con la ayuda de Francia y España.

Cual si fuese capaz de ver a través de los siglos, El Libertador proclamó en 1829: "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad."

Hugo Chávez es un soldado venezolano en cuya mente germinaron de modo natural las ideas de Bolívar. Basta observar cómo transitó su pensamiento por etapas diversas del desarrollo político a partir del origen humilde, la escuela, la academia militar, la lectura de la historia, la realidad de su país y la humillante presencia del dominio yanqui.

No era general ni tenía a sus órdenes los institutos armados; no dio ni podía dar un golpe, no quería ni podía esperar. Se rebeló, asumió la responsabilidad por los hechos, convirtió la prisión en escuela, se ganó al pueblo y lo conquistó para su causa desde fuera del poder; ganó las elecciones a través de una Constitución burguesa, juró sobre el moribundo documento una nueva ley de leyes, chocó con ideas preconcebidas de izquierda y derecha e inició la Revolución Bolivariana en las más difíciles condiciones subjetivas de toda la América Latina.

Durante diez años, desde la Presidencia de su país, Chávez no ha dejado de sembrar ideas incesantemente dentro y fuera de su Patria.

Ninguna persona honesta puede dudar de que en Venezuela hay una verdadera revolución en marcha, y que allí se desarrolla una excepcional lucha contra el imperialismo.

Debe señalarse que Chávez no descansa un minuto, lucha dentro de Venezuela y a la vez viaja sistemáticamente a las capitales de países de América Latina y a naciones importantes de Europa, Asia y África. Se comunica hora por hora con la prensa nacional e internacional, no teme abordar cualquier tema, es escuchado con respeto por los principales líderes del mundo, hace uso correcto y eficaz del poder real de su Patria como país que posee las mayores reservas de petróleo probadas del mundo, unido a la existencia de abundante gas, y elabora un programa nacional e internacionalista que no tiene precedentes.

Cuando firma un acuerdo de asociación de Gazprom de Rusia y PDVSA de Venezuela para la búsqueda y explotación de hidrocarburos, está creando un consorcio en ese campo que no tiene igual en el mundo. Su asociación económica con China, Rusia, países de Europa y otros con recursos abundantes de América Latina y África, desata fuerzas liberadoras para abrir paso a un mundo multipolar. No excluye a Estados Unidos del suministro de energía y el intercambio comercial. Es una concepción objetiva y equilibrada.

Plantea para su propia Patria una revolución socialista, sin excluir importantes factores productivos.

Para nuestra Patria, en un momento histórico en que ha sido golpeada por la naturaleza y los embates criminales del decadente imperio, constituye un verdadero privilegio contar con la solidaridad de Chávez. Jamás se escuchó una frase tan internacionalista y solidaria como la que dirigió a nuestro pueblo: "ÂíLa tierra de Venezuela es también tu tierra!"

El imperialismo trata de liquidarlo políticamente o eliminarlo a cualquier precio, sin reparar en que su muerte constituiría una catástrofe para Venezuela y para la economía y la estabilidad de todos los gobiernos de América Latina y el Caribe.

Mis conversaciones con él se caracterizan por el punto de vista que sostengo de que en este instante lo más importante es salvar a Venezuela de la embestida política del gobierno de Estados Unidos. Durante su última visita discutimos sobre la magnitud del apoyo que ya nos brinda y el que desea brindarnos, y nuestra sugerencia de que concentre el máximo de recursos posible en la batalla interna que hoy libra contra la ofensiva mediática y los reflejos condicionados sembrados durante muchos años por el imperialismo.

Desde ahora hasta el 23 de noviembre la batalla que se libra es de gran trascendencia, y no deseamos que el apoyo a Cuba sea tomado como pretexto para golpear a la Revolución Bolivariana.

Los 92 obreros de la construcción venezolanos integrantes de las Brigadas Socialistas de Trabajo Voluntario, enviados a edificar viviendas en Pinar del Río, constituyen todo un símbolo de nuestra época.

Se viven instantes de mucha importancia. La consulta popular para aprobar la nueva Constitución en Ecuador pasado mañana tiene gran trascendencia. Chávez se reunirá el lunes en Brasil con el presidente Lula. Esta noche hay un debate televisado Obama-McCain. Todas son noticias importantes.

Por ello no quiero dejar para el lunes estas líneas, ya que Chávez mañana sábado estará de regreso en su Patria y hablándole de nuevo a su pueblo el domingo. Él siempre utiliza algo de estas reflexiones en su batalla.

martes, 8 de septiembre de 2009

El camino al socialismo cuantico. En combate: un camino con corazón


Por: Temis Campos

Fuente: http://www.viejoblues.com/Bitacora/node/2215

El camino del socialismo cuántico es un buen camino, es un camino que, al recorrerlo, hace gozoso el viaje y nos hace uno con él. El camino del socialismo cuántico es, sin duda alguna, un camino que tiene corazón


¿Tienen los principios esenciales del nuevo paradigma científico, es decir, esencialmente los postulados de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica, consecuencias políticas? Fritjof Capra lo trata de responder, y lo hace con toda soltura, desde luego, en El punto crucial. Y Macrometanoia, de Antonia Nemeth-Baungartner, junto con La gran bifurcación, de Ervin Laszlo, constituyen esfuerzos significativos en ese camino de análisis, así como El yo cuántico y La sociedad cuántica, dos libros ya casi clásicos de Dana Zohar.

Pero sin duda el libro de Rolando Araya, El camino del socialismo cuántico, viene a ampliar muy significativamente esa brecha de análisis, y se constituirá con todo derecho en un verdadero parteaguas intelectual en nuestro continente y más allá de él. Habrá sin duda traducciones y reediciones, porque se harán necesarias. Este libro contribuirá de modo esencial a profundizar el importante debate actual de la izquierda democrática, latinoamericana y mundial, por encontrar su nueva, su verdadera identidad, en los albores del siglo XXI.

Pero con este libro, no estamos frente a una obra que se limite al análisis político-ideológico, aunque lo incluye. Estamos hablando de una superación conceptual definitiva, en el ámbito de la teoría social y política, de los elementos fundamentales del paradigma que muere, del viejo paradigma, que ya habían sido desbaratados por completo en el ámbito de la física, de la biología y de la psicología. Hablar de socialismo cuántico implica romper, en el campo de la política, con el reduccionismo, el mecanicismo, el empirismo materialista cerrado, la visión fragmentada del mundo, la división absoluta entre mente y materia, que sirven de fundamento causal a los viejos valores éticos, a las viejos principios morales y los viejos conceptos políticos que modelaron la sociedad occidental de los últimos siglos.

No voy a abundar en el camino intelectual seguido por Rolando Araya para hacer plenamente visible la conexión entre la nueva física, y en general, el nuevo paradigma científico, y una sólida y clara visión de la sociedad que anhelamos. Ese análisis, riquísimo y a la vez dotado de la sencillez de las grandes certidumbres, difícilmente admite un resumen. Baste reseñar la utilización por parte de Rolando, de una categoría conceptual de primera importancia en la nueva física, el concepto de orden implicado, desarrollado por uno de sus autores preferidos, David Bohm.

Dice Rolando: “Hay un orden implicado social, basado en los valores, las creencias, los arquetipos, las tradiciones, y es el ámbito donde se gesta la construcción del orden explicado y donde se sitúan las superestructuras ideológicas. Todo cambio verdadero se gesta en el orden implicado.” Por eso, con una frase trascendental que en algún sentido resume el propósito de su libro, el propósito de “fundamentar un socialismo sin base materialista”. Y el autor insiste con un concepto definitivo: “las puertas del cambio solo se abren por dentro”. Es decir, desde la conciencia. Y desde el corazón, como veremos.

Ya de lleno en esa línea de análisis, Rolando, nos recuerda que el “economicismo” es el producto intelectual más auténtico del materialismo y la modernidad, y consiste en situar lo económico en el centro de la cultura. “El ser humano es mucho más complejo que un homo oeconomicus, y la realización de su libertad pasa por trascender la entelequia del materialismo económico”.

Y aquí quisiera detenerme un instante para destacar algunas de las principales implicaciones señaladas por Rolando Araya, en el ámbito de la sostenibilidad ambiental y en el campo de la ética social. Para la nueva visión biocéntrica y ecocéntrica que sustenta el paradigma científico emergente, el análisis de las premisas ideológicas y las realidades históricas del desarrollo de la economía capitalista no dejan duda de que “capitalismo” y “desarrollo sostenible” son términos y realidades intrínsecamente contradictorios. La expansión ilimitada del crecimiento, que constituye el eje medular del sistema económico en el que estamos inmersos, dada en un entorno limitado, en un mundo finito, con recursos limitados, solo puede conducir al desastre social y ecológico.

La lógica esencial del capitalismo, y de su expresión contemporánea, la globalización corporativa neoliberal, persigue un crecimiento económico y productivo ilimitado e infinito, en un medio, en una realidad, en un entorno y en una fuente de recursos –la naturaleza, la tierra, la vida– necesariamente finitos y limitados. Por esa razón, los teóricos del sistema –la mayoría de los economistas académicos, pues hoy el capitalismo es la economía– en lugar de incorporar en sus análisis las variables ecológicas y sociales, las excluyen expresamente.

Y no tienen otra salida ni otra solución, pues la dinámica interna, la lógica inherente al capitalismo, es necesariamente contradictoria con las posibilidades de sostenibilidad –de la sociedad, de la propia economía, de la cultura, y desde luego, del ambiente, de la naturaleza y de sus recursos limitados–.

En el análisis económico de la escuela neoclásica o en su derivación actual, el neoliberalismo globalizante, todos los costos sociales y ambientales son puestos de lado, sin que se perciba o se quiera percibir en lo más mínimo que en materia ambiental no hay “otro lado”, y que en un ecosistema finito no existe “otra parte”, pues todo está interconectado, todo es parte de todo, como además lo ha destacado claramente la nueva física y lo recalca Rolando.

En el proceso de desarrollo del sistema capitalista y en la expansión irrestricta de la economía de mercado, todo se convirtió en mercancía, desde el trabajo humano hasta la tierra, la naturaleza, y la propia vida. Conceptual y materialmente, las personas fueron convertidas en simples “recursos humanos” y la tierra y toda la riqueza de la vida natural, fueron convertidas en “recursos naturales”. Por esa vía, se degradó implacablemente el trabajo humano –en algún sentido lo que define al hombre como hombre–, y se expolió en forma también implacable e incontrolada el medio ambiente natural. Hoy, ese mismo sistema económico, desarrollando sin límites su propia lógica, pretende convertir la biodiversidad, la naturaleza en su infinita riqueza y complejidad, la vida misma, en simples “recursos genéticos”, explotables con la misma saña, con la misma voracidad y con el mismo irrespeto con que por siglos han sido explotados los hombres y su entorno natural.

Leonardo Boff –un gran referente de Rolando– pone de manifiesto la contradicción intrínseca entre el modelo de desarrollo que se ha impuesto en todo el planeta y las posibilidades de sostenibilidad, en una síntesis clarísima: “¿Se puede aplicar la sustentabilidad al tipo de desarrollo/crecimiento moderno, cuya lógica se apoya en el saqueo de la tierra y en la explotación de la fuerza de trabajo? Aquí se configura una contradicción in adiecto en los mismos términos de su formulación. Y esto es válido especialmente en el capitalismo, que se basa en la apropiación privada de la naturaleza y sus recursos; él es particularmente antinatural.”

El sistema económico que hoy pretende dominar la tierra –en el que “el mercado ha sustituido a la democracia y la economía ha suplantado a la política”, dice nuestro autor, a todo lo cual Rolando Araya lo llama con razón la “corporatocracia” –, es sencillamente incompatible por esencia, con las posibilidades de sostenibilidad social y ambiental, si aceptamos la definición abarcadora más coherente del concepto de desarrollo sostenible, aportada –una vez más–, por Leonardo Boff. Cargada de espiritualidad, esa definición, muy comprensiva y abarcante, dice: “Sostenibilidad significa aquí (en la ecología social) la capacidad que un ecosistema posee de incluir a todos, de mantener un equilibrio dinámico que permite la subsistencia de la mayor biodiversidad posible. Más que un proceso lineal, se trata de un proceso complejo, circular, de inter-retro-dependencia, sin explotar o marginar a nadie”.

La realización práctica de ese concepto es absolutamente imposible en el viejo paradigma, y es incompatible en términos también absolutos con la globocolonización neoliberal. Bien lo señaló Marx, desde hace mucho más de cien años: “…la producción capitalista solo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción, socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre.”

El proceso económico en marcha no tiene salida ni futuro, ni el sistema de capitalismo neoliberal globalizado tiene posibilidades históricas de supervivencia social, económica o política, pues implica necesariamente la explotación, la exclusión y el hambre. Como ya se indicó, un modelo de crecimiento económico infinito sencillamente no es posible en un mundo con recursos finitos. Así lo señala David Loy en una obra señera, sobre teoría social budista, El gran despertar: “…para que los otros cinco mil millones de personas vivan del modo que lo hacen los mil millones más ricos se necesitarían los recursos de cuatro planetas más”. Y agrega: “La biosfera, que desde una perspectiva ecológica podría considerarse tanto nuestra madre como nuestro hogar, se mercantilizó, convirtiéndose en una colección de recursos a explotar.

La vida humana se mercantilizó en trabajo, o tiempo de trabajo y precio acordado según la oferta y la demanda…Todos quedaron reducidos a medios que la nueva economía usaba para generar más capital para más desarrollo, para más beneficios, ansiando más capital para más desarrollo, para más beneficios…”
Por su propia e inherente lógica, la obtención del máximo de ganancia a cualquier costo, la maximización de las utilidades, se convierte en el objetivo primordial, y si se quiere único, de la empresa capitalista. La actividad económica empresarial se reduce a la búsqueda de utilidades. Fritjof Capra lo expresa con toda claridad: “El respeto por las personas, por la naturaleza y por la vida no forma parte de la mentalidad empresarial”. Y agrega una consideración especialmente grave, pero por dura no menos cierta: ”…de hecho, los dirigentes empresariales creen que las empresas están exentas de valores y se les debería permitir funcionar fuera del orden moral y ético”.

Eso sería rechazado por el discurso público de los dirigentes empresariales, sin duda, pero esa es la realidad práctica: “negocios son negocios” dice la sabiduría popular.
El mismo David Loy, ya citado, expresa la realidad de la vida empresarial corporativa, de una manera contundente. Después de recordar que las empresas son ficciones legales que se hayan desenraizadas de la tierra y sus criaturas, y que no comparten las responsabilidades que derivan de la efectiva y real pertenencia a la biosfera, concluye: “Lo más importante de todo es que una empresa no puede amar.

El amor implica ser consciente de la interrelación con los otros, y vivir de modo que encarne nuestra preocupación por su bienestar. El amor no es una emoción sino un verdadero compromiso con otros que incluye responsabilidad hacia ellos, una responsabilidad que trasciende nuestros propios intereses individuales. Si ese sentido de responsabilidad no está presente, el amor no es verdadero. Las empresas no pueden expresar ese amor ni vivir según él, no solo porque son inmateriales, sino porque su responsabilidad principal es crear riqueza para los accionistas que son sus propietarios. Un director de empresa que intenta subordinar la rentabilidad de su compañía a su amor por el mundo, perderá su posición, pues no cumple su responsabilidad financiera para con sus accionistas.”

En esa dimensión, y expuestas las cosas con esa claridad, no tenemos más remedio que concluir que -con más frecuencia de lo que desearíamos-, la llamada “responsabilidad social corporativa” termina siendo sin duda más un mero instrumento de relaciones públicas que la manifestación auténtica de una política corporativa “con corazón”, como la que reclama Rolando Araya no solo para la política empresarial, sino para la política general, para la política a secas.

Una manifestación adicional de ese enfoque antiético lo proporciona la tesis neoliberal de la competencia como elemento esencial de la vida social. Se habla de competitividad sistémica como estrategia central del desarrollo, reelaborando un darwinismo social mal entendido y equivocado, que postula una lucha por la sobreviviencia reducida a la competencia salvaje, y a la victoria a costa de la destrucción y la muerte del Otro. Ya la nueva biología, la biología del nuevo paradigma, nos ha demostrado cómo lo esencial, lo dominante, lo generalizado en la naturaleza no es la competencia, sino la cooperación. Basta leer a Brian Goodwin en un libro ya clásico, Las manchas del leopardo. En la naturaleza, las manifestaciones de competencia son como sardinas que de vez en cuando emergen aisladas en un verdadero océano de cooperación, simbiosis, complementariedad y ayuda mutua. La competencia no es un fenómeno natural biológico, sino un producto sociocultural humano, artificial, y sin raíces biológicas válidas.

Porque debemos comprender que detrás de toda la cantinela sobre el libre comercio, la sociedad del conocimiento, la competitividad y demás íconos de la ideología dominante, no hay más que el desnudo poder de las corporaciones, cuya acción resulta en última instancia también incompatible con la democracia y sobre todo con la ética, en la que tanto insiste Rolando Araya.

Recordemos que los desequilibrios derivados de la inevitable globalización, la acumulación desenfrenada y creciente de riquezas en un grupo cada vez más reducido de personas, de empresas y de regiones del mundo, y el empobrecimiento que se generaliza como un imparable derrame de petróleo por continentes enteros, con su secuela evitable de hambre, enfermedad, dolor y muerte, hizo exclamar hace tres décadas al distinguido economista británico Fritz Schumacher, una frase que retumba en la conciencia del siglo XXI: “no existe un problema económico… lo que existe es un problema moral”.

Y Rolando Araya lo reitera con todo énfasis: “En realidad –dice– el hambre es un problema político, fruto de la organización económica del mundo, y no un problema técnico. Es, en realidad, una cuestión moral. Hay alimentos de sobra para alimentar a todo el mundo.”

Y en la misma línea, Hazel Henderson, la economista norteamericana, citada por Rolando, que ha defendido con tanto éxito el uso de fuentes alternativas de energía, pudo exclamar que “la economía no es una ciencia, es simplemente política disfrazada”, pues los economistas contemporáneos, aunque no quieran admitirlo, aceptan implícita o explícitamente el distorsionado sistema de valores, la opacidad moral, y la ideología dominante en nuestra cultura.

Por eso estamos lejos de que el desarrollo en lugar de ser concebido –en palabras del físico nuclear Fritjof Capra–, como la consecución del máximo de producción y consumo, para que empiece a ser considerado como la consecución del máximo de bienestar humano, tal y como nos lo recuerda Rolando Araya, quien insiste con sobrada razón en las dimensiones y alcances del problema ético, cuando dice: “La cuestión ética se hace primordial debido a la destrucción ambiental, la exclusión social, la pobreza en el mundo, la violencia, la aparición de nuevas enfermedades físicas y mentales, lo cual deja al descubierto las contradicciones de un sistema convertido en una amenaza para el tejido social y político”.

Rolando Araya insiste en el valor de la democracia, esa democracia que postula, en palabras de Simon Peres, no solo el derecho de todos los hombres a ser iguales, sino también el derecho de todos los hombres a ser diferentes. Rolando declara de modo terminante: el camino del socialismo cuántico es el camino de la democracia radical. Sí, radical, porque no hay demócratas a medias, como no hay compromiso ético a medias, como no hay hombres medio honrados.

Frente a la ausencia de ética en el sistema económico vigente, Rolando postula un sólido sustento ético para el socialismo cuántico, surgido de la poderosa mente, y sobre todo, del poderoso corazón del Mahatma Gandhi: Satyagraha, la fuerza y el poder de la verdad y del espíritu, como “principio básico de la acción transformadora del socialismo cuántico”, como “punto de encuentro entre la transformación personal y la reforma política”.

Porque para Rolando Araya, con toda razón, el socialismo no es ni más ni menos que “la máxima distribución posible de todo poder –económico, político e informativo”, y agrega que “el camino del socialismo cuántico es la vía no materialista hacia un orden social superior”… “La participación es la savia de la democracia radical, y la democracia radical es la base del nuevo socialismo. La radicalización de la democracia es la cuna de un orden social superior”. “Un orden social más elevado no será el producto de revoluciones, ni de la evolución de las fuerzas productivas, será la consecuencia de un ascenso de la mente y la conciencia humana”.

Y concluye: “El camino del socialismo cuántico es el producto de multiplicar la democracia radical por el amor al ser humano y su entorno natural”, al cuadrado. Porque para Rolando el socialismo cuántico es algo nacido en el corazón, no en la mente, es un nivel de conciencia, y no simplemente un programa político. Es un camino de auténtico y desinteresado amor a los demás.

Y con esto, Rolando encuentra y expresa otra de sus raíces espirituales: la que nos ha legado la figura entrañable de don Juan Matus, el maestro yaqui de Carlos Castaneda. Desde el primero de sus libros, Las enseñanzas de don Juan, el viejo maestro nos advirtió: “Cualquier cosa es un camino entre un millón de caminos. Cualquier cosa es un camino entre cantidades de caminos. Por eso un guerrero debe tener presente que un camino es solo un camino. Si sientes que no deberías seguirlo no debes seguir en él bajo ninguna condición.

Para tener esa claridad, debes tener una vida disciplinada. Solo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta ni para ti ni para los otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice. Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo, debe estar libre de miedo y de ambición. Te prevengo, mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como sea necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta… Te diré cuál es: ¿tiene corazón ese camino? Todos los caminos son lo mismo, no llevan a ninguna parte…

Puedo decir que en mi propia vida he recorrido caminos largos, largos, pero no estoy en ninguna parte, y ahora tiene sentido la pregunta: ¿tiene corazón ese camino? Si tiene, el camino es bueno, si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje: mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir la vida. Uno te hace fuerte, el otro te debilita”.

El camino que abre Rolando Araya, el camino del socialismo cuántico, aquí y ahora, en esta encrucijada precisa de nuestra historia latinoamericana, es sin duda alguna un camino que nos hace fuertes. El camino del socialismo cuántico es un buen camino, es un camino que, al recorrerlo, hace gozoso el viaje y nos hace uno con él. El camino del socialismo cuántico es, sin duda alguna, un camino que tiene corazón