sábado, 18 de julio de 2009
Reformismo y revolución
Por: Tomás Nativí
(del libro “La fuerza social revolucionaria”)
La conducción del movimiento de masas en los últimos 25 años ha tenido una orientación reformista que ha influido poderosamente en el accionar de ellas, siendo, por tanto, una concesión muy peligrosa contra los planes de liberación. El reformismo ha creado una falsa ilusión en las masas; que muchas veces han confiado la solución de sus demandas a los ofrecimientos de la oligarquía y de sus partidos. Su accionar se ha anexado en momentos así al vagón de la política oligárquica, perdiendo independencia de clase.
El reformismo por muy “avanzado” que parezca en las actuales circunstancias actúa en contra de la revolución, siendo una necesidad su desenmascaramiento.
La masa aún no ha logrado diferenciar completamente que las transformaciones en la estructura productiva no son más que reacondicionamientos, de tal suerte que esta modernización haga parecer que hay progreso, que se atienden las demandas del pueblo; en otras palabras, quienes se benefician en última instancia son los grandes ricos, las agencias de financiamiento internacional que implantan un rumbo al modelo económico dependiente estrechamente vinculado a los monopolios extranjeros.
El reformismo es una especie de fino barniz con que se reviste la podrida y deteriorada economía del país, esfuerzos desesperados para evitar el hundimiento que presienten y alejar el peligro que cada día presenta la revolución.
Si el reformismo es contrarrevolucionario, que su esencia es producir “espejismo”, tiene que imponerse por medio de la violencia gubernamental y la represión. El reformismo no se sacude, por tanto las prácticas antidemocráticas y represivas, éstas son inherentes a este.
Cuando las masas y sus organizaciones conductoras se dejan seducir, son proclives a establecer alianzas, pactos o compromisos con sectores de la burguesía o con sus partidos o sectores de éstos. El arreglo, la claudicación, el oportunismo y la traición se ponen a la orden del día. Sólo cuando las masas practican una política reformista dejan de ser peligro; pagando muy caro tarde o temprano sus conductores.
Todo lo contrario ocurre cuando las masas y sus conductores asumen una línea revolucionaria. No hay margen a la componenda. De esto se da cuenta el enemigo y se entera que está frente a hombres empeñados en llevar una lucha que culmine con la toma del poder, que permita posteriormente la reorganización de la sociedad de tal manera que los recursos y valores de la nación pueden ponerse al servicio del desarrollo y eliminar la dependencia, el atraso y crear los cimientos de un país independiente. En la actualidad, la relación se establece entre los partidarios del reformismo y los partidarios de la revolución. Nosotros nos ubicamos en los segundos.
(Tomado de: http://jpmhonduras.blogspot.com/2009_06_01_archive.html)
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